Valores. Cotizan a la baja, sobre todo en la esfera pública. Qué peligro cuando no se monta un pollo con las conductas que atentan contra las normas -muy básicas y no escritas- necesarias para la convivencia pacífica. No entiendo por qué se tolera esa panda de impresentables que duerme en su escaño, en Cortes, y que no muestra un mínimo respeto, aunque sea impostado. En qué momento se instauró la tolerancia universal. Pues yo no estoy conforme: tolerancia cero a la falta de valores. Conste que se trata de una postura individual, le invito a hacer lo propio, pero no me malentienda, nada de proselitismo, puro egoísmo, mero afán por conservar un país mínimamente vivible. Qué peligro cuando la mentira, la falta de respeto o la connivencia no obtienen condena ni reprobación, cuando se aplaude sin pudor el fraude fiscal o la economía sumergida.

El pueblo. Toda la gente es buena. Una inmensa mayoría que nunca levantará la mano ni se pondrá al frente de nada. Quienes se mueven en la esfera pública son de una pasta especial y se aprovechan de que el resto asume su papel de masa anónima. Al menos debemos exigir que no abusen, aunque no sé cómo. Porque la gente, desde El Ampurdán a Sabinosa, trata con respeto a las personas mayores, quiere a su madre y usa traje en bodas y funerales, aunque sea modesto. Otro peligro acecha: emular la falta de valores, como si fuera aceptable. Protéjase de quien pretende ser "el pueblo", arrogancia indigerible.

Impuestos. Faltan 5.500 millones de euros para cuadrar las cuentas del Estado y cumplir el compromiso europeo. En dinero unos 1,2 billones de pesetas de aquellas; para simplificar, 118 euros por barba. Montoro, cóbrese los míos y déjese de inventar, que acabo pagando más... No me haga caso que los impuestos son cosa seria, no solo por la recaudación en sí misma, sino por sus efectos sobre la economía. ¿Más presión a las empresas o a los trabajadores?, ¿gravar el consumo en general o ciertos productos en particular?, ¿al patrimonio o al ahorro? La política fiscal, ¿es una cuestión ideológica? En teoría sí, aunque en realidad se atiende el criterio de los superexpertos y la intensidad de las fuerzas invisibles que sostienen el equilibrio. En mucha menor medida la voluntad o la osadía del gobierno de turno, "adiosgracias".

Fraude. Poner remedio a la confusión. Porque la omnipotente Agencia Tributaria se ocupa con entusiasmo de luchar contra el fraude fiscal, verdaderos expertos en detectar errores y lanzar complementarias. Pero claro, conocí a una persona que jamás pagó un impuesto y como no existía para la máquina nunca le reclamaron un duro. Vaya. Los responsables de la cosa a nada que llevaran los ojos abiertos (o cerrados) se toparían a diario con tantos que no existen. Una cosa es descubrir quién paga menos y otra muy distinta conseguir que paguen los que no pagan, si eso. La persecución de la economía sumergida como medida eficacísima para aflojar la soga al sufrido contribuyente. Investigar y sancionar, pero con pérdida de derechos, que sí, a lo bruto, sin contemplaciones: que usted maneja dinero negro, pues olvídese de su pensión de jubilación o de la prestación por desempleo, y ya veremos si pasado un tiempo le tramitamos una ayuda por caridad cristiana. ¿Exagero? Puede. Hablamos de valores, y quienes engañan no me hacen ni pizca de gracia.

Reacción. Confieso que me siento mal cuando no reacciono a tiempo ante la falta de valores en mi entorno cercano, me corto por evitar el conflicto, jodida educación. En particular con esta nueva ola de misoginia. Uf.

www.pablozurita.es