Tal como recogía el guion de la oscarizada película "Amadeus", "con la música podemos hacer que veinte personas hablen al mismo tiempo, y ya no es ruido, sino una perfecta armonía." Algo que echamos de menos en el diálogo social, que se ha convertido en una plataforma de acusaciones y no en la culminación de acuerdos por el interés general.

Una de las máximas olvidadas es la necesidad de recuperar la clase media, que debería alejarse de la subsistencia temporal que mentaba Marx y consolidarse como la verdadera locomotora del crecimiento y la prosperidad.

La clase media no es solamente la medida de tus ingresos, sino la capacidad de mejorar variables sociales y culturales basadas en su formación, en su capacidad de gasto, contratación laboral, inversión y ahorro. Todo lo que necesita este país.

La crisis económica redujo la clase media española entre 2008 y 2013 desde el 59% al 52%, mientras que la clase baja subió del 31% al 39%. Con lo que se confirma que, mientras la clase alta se mantiene, se abre una grieta económica y se polariza la renta entre ricos y pobres.

La falta de clase media pone en riesgo la estabilidad social, política y presupuestaria de nuestros país, por lo que la meta real de cualquiera de las Administraciones Públicas debería ser construir clase media a cualquier precio.

El Banco Central Europeo indicó la semana pasada que "la economía continúa mostrando resistencia a la incertidumbre económica y política". O lo que es lo mismo, con las ayudas de liquidez y bajos tipos de interés debería haber una mejora de la inflación subyacente (aquella que no cuenta con los precios de la energía) que permita una recuperación moderada pero constante, y es que en un contexto de baja rentabilidad, liquidez abundante y alta competencia, existe un alto riesgo para alcanzar beneficios, o rentas altas, y no podemos jugar esa partida asistiendo, al mismo tiempo, al réquiem de la clase media.

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