La crisis no solo nos ha traído problemas económicos que han afectado a una inmensa mayoría de la sociedad, que se ha visto sobrepasada incluso por la peor de las previsiones, sino que ha estado cerca -y muchos creemos que lo sigue estando- de llegar al "punto de no retorno", donde se materialice la ruptura social. Y de eso, por desgracia, se han aprovechado unos cuantos desaprensivos y oportunistas que han sabido canalizar la desesperanza de los más descontentos y desarraigados de la sociedad para llevar a cabo su sectaria, ruin, populista y rencorosa política del odio a España.

Sobre estos partidos nuevos que han surgido de la crisis, olvídense ustedes de que vienen a salvar a nadie; no les importa el ciudadano como individuo que sufre y padece, sino que lo que realmente les interesa es utilizar a las personas como instrumento de su "política del sufrimiento" para alcanzar el poder. Por eso necesitan romper España en pedazos, y lo mismo les da aliarse con los comunistas que con los nacionalistas que con los verdes o con los morados. No respetan al jefe del Estado. No respetan a las instituciones. No respetan la autoridad. Por no respetar no respetan ni a los difuntos, clasificando a los muertos en función de sus creencias políticas.

Pero para desgracia de algunos, España es mucho más que un concepto o una idea. España tiene miles de años de historia y existió antes de que surgieran las regiones, las nacionalidades o las comunidades autónomas. Por ello no podemos permitir como ciudadanos que nos hurten el protagonismo y el derecho que tenemos todos los españoles de ser los depositarios de la soberanía nacional, y menos aún de que nos nieguen y tergiversen nuestro pasado, para cambiar lo que ahora somos y negarnos de camino un futuro prometedor.

Por todo ello, tiene razón el Rey cuando, en la apertura de esta nueva legislatura en la sede del parlamentarismo español, nos recordó que "España no puede negarse a sí misma". En el pasado, hará de esto algo más de cuarenta años, cuando las Cortes de Franco se negaron a sí mismas, lo hicieron de una forma generosa por el bien de España; devolviéndole a la sociedad la democracia y la libertad que no tenían. Y, en aquel momento, jugaron un papel trascendental todos los representantes de los distintos partidos políticos, independientemente de su ideología, de su pasado, de sus padeceres, cárceles, muertes y sufrimientos. Liderados por el Rey, supieron aprovechar una oportunidad histórica: sin rencor, sin odios, sin reproches; y lo hicieron por el bien de España, de los españoles; y, sobre todo, por el futuro común en paz en democracia y en libertad de las generaciones futuras.

Y a eso se le llamó Transición: un acto de generosidad inigualable, ejemplo de proceso político democrático para el resto del mundo excepto para algunos "políticos de nuevo cuño" que intentan por todos los medios a su alcance deslegitimarla, desdeñarla, despreciarla, en un intento de socavar la Constitución del 78 que nació de ella y que, votada por la mayoría de los españoles, acordamos entre otras normas y leyes restaurar la monarquía en la persona de Juan Carlos de Borbón. Ahora, algunos militantes de la izquierda radical manifiestan con camiseta incluida, que ellos no votaron al rey; esos mismos que defienden y ponen como "referente de la dignidad" (?) al sátrapa de Castro, el cual, como otros tantos dictadores de izquierdas, han establecido un régimen donde la sucesión queda en su familia sin que exista la más mínima oportunidad de preguntarle al pueblo, mediante su voto si están o no de acuerdo con ello.

Y ahora, y por desgracia, a España la intentan negar demasiados demagogos de tres al cuarto que anhelan con odio fragmentarla y repartírsela, para que los españoles de bien no podamos disfrutar y convivir en paz en la España que todos nos merecemos.

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