Hace unos años asistí a un curso magistral impartido por el escritor barcelonés Eduardo Mendoza -al que se le acaba de conceder estos días el Premio Cervantes 2016- en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo (UIMP) en Santander.

La UIMP ha gozado y goza de un extraordinario prestigio a nivel internacional. Sus cursos de verano (y los que no son de verano en las diferentes sedes que hay en España) tienen siempre un gran elenco de profesorado. Suelen durar una semana, y cada conferenciante imparte una charla.

La UIMP también oferta cada año cursos magistrales que son impartidos por un solo maestro. He acudido a dos: uno, del catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Santander, Luis Martín Rebollo, y el que mencioné del novelista Eduardo Mendoza. También me hubiera gustado asistir al que impartió el herreño Matías Díaz Padrón, conservador jefe de pintura flamenca y holandesa en el Museo del Prado "Van Dyck y España: presencia, proyección y obra del mejor discípulo de Rubens".

Había conocido al escritor Eduardo Mendoza por su mítica novela "La verdad sobre el caso Savolta", disfrutado mucho durante un verano con su obra por entregas "El mundo según Gurb", cada día en el periódico "El País", y la ciudad de Barcelona con "La ciudad de los prodigios", se me hizo muy familiar. Y últimamente he leído "El tocador de señoras".

El título del curso que impartía el escritor barcelonés era, además, muy atractivo: "Los libros que hay que leer". El curso se celebró en el paraninfo en vez de en una de las aulas del palacio de la Magdalena de Santander por el gran número de alumnos inscritos.

Mendoza fue desgranando todas aquellas obras de la literatura universal, que a su juicio debemos de leer, al menos una vez en la vida. Afirmó que cada generación de escritores maldice a la anterior pero a la vez aprende de ella. E indicó una serie de pautas sobre cómo leer bien significa tomárselo en serio. Adoptar una buena postura y sumergirse en el libro. Es un proceso que hay que hacerlo de una manera inocente, un punto de equilibrio mental, pero sin querer saber y entender más de lo debido.

En cada una de las novelas que fue explicando con mucho detenimiento Mendoza demostraba un extenso conocimiento de la misma, y a sus alumnos nos deleitaba cómo iba desgranando su contenido, su contexto histórico -en su caso-, sus personajes principales -su carácter, sus fobias, sus gustos, sus aventuras, sus deseos...- y también de muchos de los personajes secundarios. Las horas se nos pasaban rápidamente y queríamos continuar siempre con la novela que nos explicaba, y, si sucedía -muchas veces- que el texto lo conocíamos, disfrutábamos aún más, dábamos a conocer nuestra opinión, y el debate se convertía en una tertulia larga, con intervenciones continuas de todos, con alabanzas generalmente a la obra de la literatura mundial que estábamos analizando, y, en alguna ocasión, críticas constructivas la mayoría de las veces.

El canon de novelas que Eduardo Mendoza desgranó incluye lecturas como "Werther", de Goethe, que "ayudan a las cuestiones prácticas de la vida, como buscar pareja", a Cervantes y "El Quijote", la Biblia, Sófocles, Borges, Shakespeare, Kafka, Voltaire, Melville, Chandler, Achebe, García Márquez... Quiso llamarlo canon en semejanza al título del libro del crítico estadounidense Harold Bloom "El canon occidental", que tan en boga estuvo a principios del presente milenio, y tantos detractores, a su vez, tuvo, por no incluir a escritores considerados siempre relevantes a nivel mundial.

En referencia a su propio proceso creativo, Eduardo Mendoza confesaba con humor que es "muy decepcionante. No sé la manera en que me viene a la cabeza". Explicó que cada novela comienza de manera distinta, las ideas rondan un terreno sugerido por el ambiente, por una conversación o algo que se lee. Existe, según Mendoza, un momento en el que una anécdota se formaliza como punto de partida. Ahí es cuando comienza a probar y desarrollar, las ideas vienen y van. Y tras un proceso de prueba y error, surge el motor de arranque de cada nueva novela.

Fue una semana llena de literatura, con un Eduardo Mendoza magistral, cultísimo, y, al mismo tiempo, sencillo. Como toda su obra.

*Presidente de TuSantaCruz