Dentro de las necesidades de nuestras Islas, debemos resaltar la poca influencia que las labores productivas tienen en el total de la economía de Canarias y lo importante que serían para el necesario incremento del nivel de empleo, así como el importante valor añadido que aportan.

Canarias tiene necesidad de una gran inversión en la producción energética, lastrada por la falta de agilidad en los permisos y la exasperante lentitud en la obtención de permisos. Y no será porque no seamos conscientes de la necesidad de garantizar la producción, el transporte y la distribución energética en unas Islas donde es materialmente imposible suministrarnos desde otras zonas geográficas.

Para ello tenemos en nuestras manos invertir en investigación, producción eficiente de energía convencional, energías renovables y cogeneración para evitar un apagón productivo de las Islas.

En el conjunto del Estado hemos bajado desde el 31% del PIB de industria y agricultura hasta el 25% en los últimos diez años, mientras que en Canarias el peso de la producción es de un 8,5% del PIB.

A esto debemos añadir la necesidad de ir más allá de la política de transportes y poner en marcha de manera definitiva nuestra infraestructura logística y de transportes para acelerar el acceso a los mercados internacionales, cuya inexistencia de una línea marítima regular con África debería sonrojar a más de uno.

Tenemos unas medidas fiscales excepcionales que no pueden cumplir con su cometido, porque no maximizamos la dimensión y la competitividad de la producción local y la exportación.

Ya saben, formar a futuros empleados por formarlos, sin darles una alternativa viable en nuestras Islas y que tengan que marcharse por falta de oportunidades es una victoria de la ignorancia, y en ese sentido, el enemigo no es ajeno a nuestra casa.