Tras los triunfos del "brexit" en el Reino Unido y el zafio Trump en Norteamérica, la demoscopia revela su peor descrédito desde su entrada en el anaquel de las ciencias sociales. Calcado del de Cameron, que, además de los británicos, pagaremos los europeos, el flamante Matteo Renzi se marcó la machada de jugar fuerte y perder por goleada en su fallida reforma constitucional.

Con la cuarentena recién estrenada, es un cadáver que huele a soberbia y torpeza y deja tras sí, herido en prestigio y huérfano en liderazgo, al Partido Democrático, único superviviente del implacable naufragio de las izquierdas italianas. Animado por sus oráculos y sus mediocres adulones en el foro y los medios, sometió a referéndum una revolución legal que concitó una gran participación que, con legítima claridad, rechazó dar más y mayores poderes al gobierno, mantuvo el derecho de veto del Senado y tumbó un interesado proyecto de Ley Electoral que castigaba a las minorías.

Líder indiscutible entre febrero de 2014 y diciembre de 2016, Matteo de los Mil días barrió ahora las esperanzas que trajo en su llegada y, también, todos sus logros; para colmo, dejó tras sí un roto a través del cual no sólo se ve a Beppe Grillo y al Movimiento 5 Estrellas y su posición antisistema, sino también a los separatistas de la Liga Norte -su jefe Salvini relacionó el triunfo del no con los éxitos de distinto grado de Trump, Marine Le Pen y Putin- y a los subordinados del populista y corrupto Berlusconi, que ya piden elecciones anticipadas.

Para un roto siempre queda el consuelo de un zurcido, y mientras Renzi caía con su equipo, en la vecina Austria y en unas elecciones pendientes desde mayo, Alexander Van der Bellen -septuagenario, europeísta, economista y ecologista, fumador y a aficionado a los coches- se impuso por segunda vez al ultranacionalista Norbert Hofer. Un hondo y largo suspiro de tranquilidad corrió desde Bruselas hasta los límites racionales, y leales, de la Unión Europea (que, desgraciadamente, no se corresponden con los geográficos), mientras quedaron como secuelas de las consultas la inmediata dimisión del joven Renzi, la cortesía del radical Hofer, que felicitó a su oponente, y la bajada de un punto en la cotización del euro.