Hay una frase que dice que conviene no escupir al cielo porque corres el peligro de que el lapo acabe la trayectoria descendente en tu cara. Tal cual. Cuando se debatía que los parlamentarios nacionalistas canarios, Ana Oramas de Coalición y Pedro Quevedo de Nueva Canarias, apoyaran con sus votos la investidura de Rajoy, a cambio de negociar un mejor trato financiero para las islas, los dirigentes de Nueva Canarias fueron contundentes: ni de coña. Porque los principios estaban por encima de las conveniencias.

"Dos kilómetros de carreteras no van a cambiar nuestra posición", dijeron algunos líderes de NC, alineados claramente en una izquierda incompatible con el PP. "Hay que anteponer la coherencia y los principios sin modificarlos por unas perritas", declaraba Román Rodríguez, el líder de Nueva Canarias, afeando la posición de Coalición dispuesta a negociar con los populares el apoyo a la investidura a cambio de favorecer los intereses presupuestarios de las islas.

La crisis abierta en el pacto entre socialistas y nacionalistas está escenificando, metafóricamente hablando, la trayectoria de la saliva expulsada entonces al aire, que desciende vertiginosamente sobre Nueva Canarias. Porque ante un hipotético pacto entre el PSOE y el PP, que necesitaría de los votos de los nacionalistas de izquierdas, las primeras declaraciones de Rodríguez son sustancialmente distintas: "Nuestro partido sabrá ser responsable si hay una alternativa de esta naturaleza", ha dicho Román Rodríguez. Y añade que "se están dando las condiciones para un pacto sin precedentes".

La tentación de desalojar del gobierno a los nacionalistas de CC, que llevan décadas jugando el papel de bisagra política en Canarias, es demasiado fuerte como para perderse en fruslerías ideológicas. Aquí ya no hablamos de unas perritas y unos kilómetros de carreteras, sino de mandar a la competencia al banquillo. Así que las lanzas se vuelven cañas y pactar con el PP se transforma en algo aceptable, no porque beneficie a Canarias, sino porque sería una bendición política.

La disposición a tragarse ese enorme sapo tal vez sea precipitada. Pese a que el PP está jugando un papel intencionadamente ambiguo, resulta difícil considerar que los populares estén dispuestos a embarcarse en un acuerdo a la izquierda, muy difícil de plasmar en un programa de gobierno. Para los populares, la posición más rentable, electoralmente hablando, es seguir sentados en la oposición obteniendo crédito como un partido serio y responsable que asiste atónito al espectáculo incomprensible de un agrietado pacto de gobierno y un Gobierno de videoconferencia, que ni se acaba de romper ni se termina de arreglar. Un pacto tan condenadamente lógico que ninguno de los dos firmantes reúne el valor necesario para dejarlo y está a la espera de que sea el otro el que lo rompa definitivamente.

El momento de mayor debilidad de la política en Canarias coincide con el tiempo de mayor necesidad de fortaleza de las islas, que tienen pendiente la reforma del Estatuto de Autonomía -este mes comienza el viaje en el Congreso- y la negociación de su financiación autonómica. Divide y vencerás, debe pensar Madrid, frotándose las manos, esta vez limpias porque el trabajo ya se lo hacen gratis. Esto es Canarias, querido público.