Frustración. Nos equivocamos de vida. Un viernes tomas consciencia de cómo aguantas situaciones no deseadas y el lunes siguiente la realidad te da un palo que hace temblar los cimientos de lo prioritario, de lo importante y de lo urgente. La realidad parece mentira. Nunca me gustó comprar lotería, "nosotros ya somos ricos", le respondo siempre al vendedor ambulante. En realidad es pánico a la otra, a la lotería inversa, a esa que piensas que nunca te va a tocar, pero toca, sin llevar número, sin posibilidad de reintegro, una enfermedad fulminante, un accidente, un espanto. Ni determinismo que nos ancle a hechos pasados -pregúntele a mi padre que no recuerda qué comió ayer- ni tampoco la divina providencia, por salud mental, por simplificar o por mera conveniencia; convencido del libre albedrío. De nuestra filosofía cristiana, sin profundizar en sus misterios, me quedo con lo que me interesa -el amor al prójimo y tal- mas nunca supe de la doctrina que atribuye al Creador el control absoluto de nuestra mundana existencia. Al contrario, Jesús nos invita a una conducta dada a los demás. Por tanto, no concibo que una infección vírica sea voluntad de Dios ni que tal explicación produzca consuelo.

Enfado. Por impotencia. Me gustaría hacer algo. No sé qué. La vida nos entrena para afrontar problemas, a buscar alternativas, a perseverar y de repente la realidad implacable nos sobrepasa: todo esfuerzo en vano. Nos gustaría que hubiera motivo, un culpable, y si lo encontramos, que pague, que sufra, al menos lo mismo que nosotros. O mandarlo todo al carajo... Cuando desaparece la poesía qué importa un verso. Pero tampoco en la rabia hay consuelo.

Un plan. Esta semana cuesta hacer honor al título de esta columna, seis años después. En la adversidad el futuro es oscuro y alberga horrores, aunque es obvio que lo que está por venir no ha ocurrido todavía y es obvio también que tenemos la posibilidad de decidir qué hacer, cómo y con quién. Resignación la justa. Es una advertencia. Reducir presión es mi intención de aquí en adelante, erradicar de mi vida todo aquello que no sume. Entiéndame, eso no quiere decir que agarre una manta, unas velas y busque una cueva, no: comienza un plan con horarios más estrictos, con menos pérdidas de tiempo, más satisfacciones y menos matraca. Cedo la idea, ahora que se acerca el año nuevo con sus propósitos de enmienda.

El pobre. Confesó el palomo ladrón, fue denunciado y va a juicio. El ministerio fiscal pide condena de prisión. El tribunal advierte que el interfecto puede ser condenado como consecuencia de la denuncia. Los focos apuntan al denunciante, qué cabrón. La apropiación -demostrable o no-, elemento secundario. España en estado puro, "la gente es como es", decía Manolo Medina, vaya falta de valores, reitero yo. Reivindico más calvinismo subtropical, ese que Juanma Bethencourt siempre me atribuye.

El pacto. Lógica política. A mí me gusta el pacto CC-PSOE. Haber planteado un acuerdo en cascada tiene su lógica y que haya excepciones también. Bermúdez no aceptó trabajar con Martín, en el Puerto de la Cruz incompatibilidad manifiesta y otro par de casos imposibles. En toda lógica el PSOE defiende a González Cejas, líder histórico, pero no se romperá el Gobierno de Canarias; al tiempo. No hay alternativa mejor. Ni CC suma con el PP ni Curbelo traicionará a sus camaradas socialistas ni Nueva Canarias se incorporará a un ejecutivo que tiene que resolver urgente el atraso inversor en la isla de Tenerife. Lo lógico sería aparcar las diferencias, atar los 400 millones que promete Montoro e intentar abolir la regla de gasto.

www.pablozurita.es