La acción política tiene que abordar las cuestiones sociales como prioritarias, pero, además, paralelamente la política en sí misma no nos puede hacer perder el tiempo, que nos estrangula porque corre más que los acontecimientos. Si hay cuestiones que se deben abordar con contundencia es el destino de los territorios, porque ello conduce a que esas políticas sociales mejoren, o al menos se ajusten a las determinaciones económicas de los mismos y no a expensas de repartos que llegan del Estado.

El Estado intenta, cuando está dirigido por políticas neoliberales, privatizar la gestión, adelgazar los servicios públicos y tener atenazados al resto de los 17 territorios. Y estos territorios o se sacuden o por muchas decisiones que tomen sus parlamentos (caso de Cataluña con su pronunciamiento de definirse como sujeto político) de nada les valdrá (de momento), ya que se dice desde altas instancias que solo manda lo que salga de la Moncloa. Y esto es mal asunto si se quiere entender la democracia como un bien útil y universal.

Pero lo complicado de esta situación es que algunos obtendrán sus exigencias, como Cataluña y Euskadi, que se desmarcarán del resto, camino de la autogestión, mientras otros, como Canarias, si no ponemos los puntos sobre las íes nos quedaremos como convidados de piedra dentro de esa asimetría que se prodiga, que se viene arrastrando desde tiempo y que va a ser la solución que vaya a darse a esos territorios.

Canarias no puede perder el tiempo y habrá que ir en contra de tutelajes ancestrales y centralismos fagocitantes, los que hay que fustigar con argumentos históricos y políticos, ya que si hay un territorio que es sujeto político y que merece ser tratado como tal es Canarias.

Canarias, aparte de intentar solucionar o paliar los problemas sociales que acucian desde la vertiente económica, tiene que abordar con contundencia que no nos sigan marcando rutas, que muchas veces nos alejan hasta de nosotros mismos como pueblo sometido a un proceso de aculturización galopante.

Necesitamos un nuevo contrato con el Estado, una acción política que no nos coja con el paso cambiado ante un posible cambio constitucional, y que los nacionalistas caminemos hacia la unidad para sentir fortaleza y que nuestras propuestas sean universales, contundentes y convincentes. Unidad que va camino de ser un acto fallido, visto lo visto y pronunciamientos de los insularistas de Nueva Canarias.

No podemos perder el tiempo y activar la acción política, porque es la que tiene capacidad para timonear la situación económica. Sin una política definida, todo vendrá dado desde otras instancias, estatales o supraestatales, pero nunca desde un territorio que lleva tiempo fuera de su tiempo y al que debe acercarse sin demora.