Si dividiéramos una hoja en blanco con una línea vertical en el medio, y colocáramos a un lado los teóricos de izquierda franceses y al otro los españoles, descubriríamos alguna de la claves de la izquierda española. Como el lado español quedaría completamente vacío, podríamos ocuparlo con alemanes, ingleses, austríacos o italianos. A pesar de esa orfandad radical, en España ha habido y hay izquierdas; ya veremos cuáles.

Hay una desproporción máxima entre la extensión y particularidades de la izquierda española y la inexistencia total de pensamiento propio. Quizá por eso durante periodos históricos muy especiales, su praxis haya oscilado entre visceralidad y ocultamiento. No hay duda de que las reflexiones críticas y de tanta proyección que hace el expresidente del Gobierno francés, Valls, hundan sus raíces en la rica tradición teórica francesa de izquierda. De entrada es consciente del carácter histórico de la izquierda, precipitado del devenir político que, "dialécticamente", puede desaparecer, además pronto. Simone Veil, otra francesa, auguró lo mismo para los sindicatos. Algo que es impensable se le pueda oír en España a la izquierda. Su volubilidad y superficialidad son pavorosas, su incapacidad de análisis, reflexión y autocrítica sobre el futuro de la izquierda, la gangrenan de ridiculez.

Si algo tuvo la izquierda fue literatura y pensamiento (traducido). Lo único que sabe proponer en España, en su espiral de estulticia, es que el "no es no", que con otros significantes al momento de iniciarse ya concluya la posibilidad de debate solo con pronunciar "precario" y "recortes". Ocultan su absoluta nadería con cortafuegos semánticos, porque saben que no hay nada que crear, proponer, analizar, elaborar... o simplemente decir.

El candidato de la izquierda francesa Valls hizo frente al gran bastión del reaccionarismo, conservadurismo y futilidad que son los sindicatos: cocheras o almacén de la izquierda histórica. También advirtió que, de una vez por todas, la izquierda francesa debía incorporar la tradición liberal (en España, siempre culta, llaman "neocon"), como en Alemania, EEUU, Inglaterra... Y reivindicaba a políticos y teóricos que lo reconocieron: Blair, Clinton, Giddens, Ignatieff...

Hemos comprobado cómo a Javier Fernández no le ha costado mucho pactar con el PP, que mantiene el gasto público todo lo que puede y los servicios sociales, sube impuestos, regula los mercados. Parece que soplando van a dar contorno a los sindicatos, aunque no haya pulmones que los mantengan. Resulta funambulesca la izquierda guillotinada con la pértiga "No-Rajoy".

El PSOE tiene tres opciones: fijarse en Valls, entrar en el PP o hacer marionetas en la calle con Podemos.