La crisis creada en el Gobierno de Canarias por el reparto de los fondos del plan de desarrollo es mucho más que un desencuentro por la pasta: esconde, en realidad, una debate más profundo que tiene que ver con el modelo sobre el que se fundó esta Comunidad.

Los líderes políticos de algunos partidos quieren concentrar el poder legislativo canario fuera de la órbita de las islas menores. Quieren romper el actual equilibrio de representación en el Parlamento regional, que discrimina positivamente a los territorios menos poblados. Estamos ante un cambio de paradigma: el asalto al poder por parte de los partidos "urbanitas", que quieren más votos allí donde más votantes potenciales tienen.

Las islas menores son un territorio favorable para los partidos más locales y una tierra inhóspita para las grandes formaciones políticas. El plan de desarrollo de Clavijo se leía como una herramienta para "comprar" las simpatías de las islas menores, claramente favorecidas por el reparto. Luego había que cargárselo como fuera. Esa y no otra ha sido la verdadera razón de una batalla plagada de señuelos dialécticos como el supuesto choque entre el egoísmo y la solidaridad. No es cierto. Lo que está en cuestión es la reforma del sistema de poder político canario para liquidar de una vez el sistema conocido como de "triple paridad", para acabar con los equilibrios y contrapesos sobre los que se construyó la Canarias que hemos conocido hasta hoy.

Por primera vez se está produciendo un asalto organizado para cambiar las reglas del juego. Un cambio que favorece a las grandes islas. Y el epicentro de ese asalto se produce precisamente en Gran Canaria y en las fuerzas que tienen en la órbita del electorado urbano de las islas mayores (con el mayor peso electoral) su semillero de militantes y simpatizantes.

El PSOE debilitado por sus disensiones internas, se convirtió en una fruta madura. La moción de censura de Granadilla -absolutamente provocadora e innecesaria- no se respondió con una ofensiva en el terreno municipal, sino que derivó hacia un conflicto político en el seno del Gobierno. Pero como dice Sun Tzu, en "El Arte de la Guerra", elegir el terreno donde se libra el combate es la primera decisión para ganar la batalla. Y los socialistas eligieron muy mal. Eligieron, en contra de su implantación regional, un terreno que había marcado Nueva Canarias.

La sublevación de los Cabildos representa un aviso de las cinco islas menos pobladas y menos desarrolladas de la Comunidad. Un mensaje claro de que no están dispuestas a aceptar resignadamente un cambio de escenario que aumente el poder de quienes concentran más riqueza. Es un choque de territorios y también de maneras de entender esta región. Y todo esto ocurre cuando en Madrid se está tramitando la reforma del Estatuto de Autonomía, que abrirá aquí el gran debate del reparto de la representación insular o poblacional en la cámara legislativa.

La crisis de Gobierno, con la inteligente y sibilina propuesta del PP a Coalición Canaria -a río revuelto ganancia de pescadores- puede acabar pronto. Ya veremos cómo. Pero la verdadera guerra está por empezar.