Hay mucho rojo soliviantado porque el coche de la escolta de la vicepresidenta Soraya se detuvo en un carril bus doce minutos. Para estos ciudadanos de moral recta a los que jamás les han puesto una multa de tráfico, si el vehículo no se hubiese detenido, la deuda externa de los países del tercer mundo hubiera sido condonada. Y por ello, han decidido elevar el incidente a problema de Estado. Hacen bien, España hoy no tiene ninguna otra angustia. Para el grupete que se sume en un orgasmo cuando sale Pablo Iglesias en un primer plano, estas fiestas navideñas ya no tienen sentido. Antonio Ferreras e Ignacio Escolar no daban abasto para contratar, ayer, a nuevos redactores en sus plantillas que aporrearan los ordenadores sacándole el jugo a tan indeseable noticia.

Soraya se bajó un momento en Primark a comprar un trapito que le hacía falta, y eso al rojo le puede. A algunos hijos del comunismo de Hugo Chávez les encanta un aspaviento. Les priva rasgarse las vestiduras y anunciar el fin de los días cada vez que ocurre una tontería como esta. Va en su catecismo, en ese de ética reversible, en el mismo decálogo de buenas prácticas que se pasan por el forro de las vergüenzas una vez que suben algún peldaño en lo del poder. De lo que no cabe duda es de que esto es sintomático de que el país se va a tomar viento fresco, pero no por el evitable incidente de la vicepresidenta, sino porque tanto agitador social no tenga otra cosa más seria a la que dedicarse.

JC_Alberto