Desde hace ocho años corrió por los medios el amargo relato de una niña diagnosticada de tricotiodistrofia -patología genética degenerativa incluida en el creciente catálogo de las enfermedades raras- y de sus apenados y activos padres que divulgaron el caso y recurrieron a la solidaridad ciudadana para afrontar su tratamiento. Tras una última recaudación que llegó a cien mil euros, a finales de noviembre la historia, que no dejó de ser triste, dio un vuelco inesperado y ruidoso. La supuesta intervención quirúrgica que, prohibida en España, se realizaría en un destino desconocido, a cargo de médicos misteriosos y que prolongaría la esperanza de vida de la menor en cinco años más, se reveló como un burdo fraude. Las denuncias de varios donantes motivaron las acciones policiales y judiciales que requirieron a los progenitores los informes para acreditar la gravedad de su estado, los lugares, centros y terapeutas donde recibió tratamiento y la contabilidad de la Asociación Nadia Nerea, que, supuestamente atendía a otros afectados.

Los últimos episodios incluyeron la detención de Fernando Blanco, que no pudo justificar "los viajes por medio mundo en busca de médicos y curanderos" para salvar a su pequeña, ni los gastos de estas andanzas, más de seiscientos mil euros del total aproximado de un millón obtenido de las donaciones; acciones en las que contó con la complicidad de su mujer, Marga Garay. Las investigaciones revelaron también estafas anteriores por las que el marido fue juzgado y condenado y "un tren de vida actual que no casaba con las graves circunstancias familiares".

Esta noticia desborda los límites de las estafas que habitualmente conforman el menú de los medios y cuyos autores pagan muy barato el delito, no devuelven el beneficio y salen pronto de la cárcel. Recuerda, con frustración y pesar, los sangrantes engaños de la más ruin picaresca que hoy, como en el sombrío siglo XVII, se aprovechan de los corazones limpios y de las gentes receptivas a las desgracias ajenas que, esta vez, se volcaron en apoyo de una inocente con mayor decisión y generosidad que las instituciones que tienen por obligación atender estos problemas. Y, además de los numerosos engañados que no serán resarcidos del quebranto económico de los pícaros, este caso tiene como víctima central a una niña en una injusta y triste historia cuya desgracia fue aprovechada por quienes le dieron la vida.