Román Rodríguez anda empeñado en convencer a Fernando Clavijo de que debería someterse a una "cuestión de confianza". Es decir, que Clavijo presente una iniciativa al Parlamento en la que someta a votación su continuidad en el cargo. Para que el presidente hiciera eso se tendrían que dar algunas condiciones previas como, por ejemplo: 1) que se cayera por unas escaleras, 2) que se diera un golpe en la cabeza, 3) que tuviera un hematoma sutural, 4) que le tuvieran que someter a una craneotomía para sacarle un coágulo y 5) que al operarle le dañaran irreversiblemente el cerebro. En esas circunstancias tal vez se le ocurriese presentar una moción de confianza.

Pero Román Rodríguez es incansable. Su argumento para que el presidente nacionalista se haga a sí mismo una especie de suicidio ceremonial japonés es que tiene que revisar "su contrato" con el Parlamento porque ha caducado, al romperse el pacto. Puro rollo. Clavijo es presidente precisamente porque le votó el Parlamento. Y si alguien quiere que deje de serlo tiene que presentar una moción de censura y sacar 31 o más votos. Y punto pelota. Mientras tanto, el Gobierno seguirá adelante con toda la legitimidad del mundo. Como sigue el de Rajoy, que fue votado por partidos que hoy le votan en contra.

Desde el Cabildo de Gran Canaria y en la actuación parlamentaria, Nueva Canarias ha sido especialmente ácida desde el primer minuto con un pacto en el que no fue llamada a participar (como habría sido lógico que hicieran). Pero como no les invitaron, al Gobierno le cayó la del pulpo desde el momento mismo de la toma de posesión.

Con su mercado electoral más importante situado en Gran Canaria, el discurso de la gente de Nueva Canarias derivó hacia lo radicalmente insular. Cuando Rodríguez dice que "lo que pretendemos y nos preocupa es asegurar la estabilidad y la gobernabilidad ante unas prácticas que atentan contra la unidad de Canarias", uno podría entender que se trata de una autocrítica a la estrategia de su propio partido. Pero no. No van por ahí los tiros. Se refiere, naturalmente, a Clavijo, al que desde Nueva Canarias acusan de dividir la región por querer darles a las islas más pobres y despobladas más dinero del que les toca.

Los repartos de planes especiales pueden ser polémicos, pero difícilmente se cargarían la unidad de Canarias. Eso es puro histrionismo político. Aunque a Clavijo se le fuera la olla mandando dinero a las tres islas pobres, Canarias estaría a salvo cómodamente recostada en un colchón de siete mil millones de presupuesto. Lo que Román Rodríguez no quiere de ninguna manera es que Clavijo se lleve al huerto a las cinco islas no capitalinas. Lo que teme es que Gran Canaria quede aislada frente a un bloque de islas "manejado" por los nacionalistas. De ahí todo el follón que se ha montado. Y los que se van a montar.