Mi patria es una isla, mi patria es una roca. Las palabras de Nicolás Estévanez, un canario, un militar español, un viajero y un político que miró hacia el mundo desde el hecho insular, han quedado escritas en la memoria colectiva de nuestro pueblo. El Cabildo de Tenerife tuvo el acierto de comprar la casa sobre la que se proyectaba la dulce y fresca sombra de aquel famoso almendro que era la verdadera patria de Estévanez, como fue la de Machado aquellos recuerdos de su infancia en un patio de Sevilla.

Las personas son árboles que se asientan y se alimentan sobre las raíces de los recuerdos. La memoria es lo que nos hace ser lo que somos, lo que nos construye y nos define con el paso de los años. Por eso es tan importante conservar las señas de identidad de lo que fuimos.

El Cabildo de Tenerife ha decidido transformar la vieja casa de Estévanez, que fue también hogar de las familias Meade, Borges, Murphy o lugar de visitas y tertulias con Berthelot o Blasco Ibáñez, en un centro de pensamiento sobre el hecho insular. Ningún hombre es una isla, dijo un poeta inglés. Pero mil quinientos millones de personas viven en nuestro planeta en una isla. Y más de veinte estados residen en un territorio insular. Pensar en la isla y pensar desde la isla es un apasionante tema de estudio. Es acercarnos al descubrimiento de que desde las islas se puede ser universal, porque la geografía nos sitúa en el espacio físico, pero la cultura, la tecnología o el talento nos colocan en el tiempo y nos permiten saltar por encima de cualquier distancia.

El Teide, como el almendro de Estévanez, proyecta su gran sombra sobre esta isla, que es nuestra casa. Y bajo esa sombra, que algunos navegantes confundieron con una isla fantasma, habita un pueblo que comparte, como las familias, un pasado y un destino común. Esta isla es nuestra casa. La heredamos de nuestros abuelos y padres y se la daremos en legado a nuestros hijos y nietos. Y en estas fechas, en las que las familias se reúnen en torno a una misma mesa, es importante que pensemos en lo que nos dieron y en lo que vamos a dar.

La gran familia de los tinerfeños nos hemos preocupado también este año de que nuestra Isla, nuestra casa, sea un lugar mejor y más justo. Nos hemos ocupado de aquellos que no han tenido suerte, de quienes perdieron su trabajo, de quienes se vieron en la calle en su empresa, de los que han pasado momentos malos. No los hemos dejado tirados. Al contrario, nos hemos volcado con ellos. Hemos hecho esfuerzos por encontrarles trabajo, por formarles mejor, por ofrecerles un techo en alguno de los centros que tenemos disponibles para mayores y personas con necesidades especiales.

En estas fechas de la Navidad los mensajes nos hablan de paz y de amor en un mundo agitado y violento. Nosotros tenemos la inmensa suerte de vivir en una gran casa que sigue siendo un lugar tranquilo. Tenemos la bendición de habitar una isla en la que las personas se saludan por las calles y en donde la palabra vecino es muchas veces la palabra amigo. Desde el Cabildo nos hemos preocupado por conservar y mejorar este hogar de todos. Y cuando llegan estas fechas, en que conmemora el espíritu de la vida en familia, podemos presumir de que hemos cuidado de la gran familia de Tenerife durante todo el año.

Creo transmitir el sentimiento de todos los que formamos el Cabildo de Tenerife: es un orgullo trabajar por Tenerife. Seguiremos haciéndolo. Porque soñamos con una Isla donde un día conseguiremos erradicar para siempre el fantasma de la pobreza. Soñamos con una isla donde haya trabajo, paz y prosperidad para todos. Soñamos y trabajamos cada día para conseguirlo. En estas fechas en que nuestras casas se llenan de luces, de recuerdos a los que ya no están y de felicidad por nuestros hijos, que lo tienen todo por delante, mirar hacia nuestra isla me causa más satisfacción que nunca.

Me siento orgulloso de cada rincón y cada esquina de esta casa que en la que Dios me ha dado la bendición de vivir. Que todas nuestras familias tengan en estos días su pequeño trozo de felicidad.

*Presidente del Cabildo de Tenerife