Relatada en el Evangelio de Mateo e ignorada por Flavio Josefo en sus Antigüedades Judías, la Matanza de los Inocentes fue, al parecer, ordenada por Herodes el Grande con el propósito de acabar con el Mesías prometido y se perpetró entre la Navidad y la Epifanía. La Iglesia Católica la situó en el 28 de diciembre y, pese a las dudas, la crueldad del episodio inspiró a catequistas y pintores, que la usaron con carácter moralizante en las últimas veinte centurias, mientras eruditos cristianos y laicos aún discuten sobre la veracidad del suceso y el número de víctimas.

Historiadores actuales confirman los métodos arteros y brutales que el rey de Judea, Galilea, Samaria e Idumea empleó para desplazar y eliminar a los asmodeos, llegar al poder y mantenerlo; y hablan de su astucia para servir al Imperio Romano en su beneficio; pero, también, lo califican como un soberano frío y enérgico, responsable del esplendor económico de Palestina, que dejó colosales obras públicas y palacios y templos suntuosos, "mientras asesinaba a miembros de su familia, y derramaba su propia sangre al sentir su trono en peligro y castigaba con terribles represiones a su pueblo".

Encabeza la lista de personajes más odiados en las crónicas populares y piadosas de Israel. Desde la Edad Media hasta hoy, la iconografía lo maltrata y caricaturiza como castigo, por encima de todos sus actos, por el famoso infanticidio que, absolutamente reprobable, no alcanzó las cifras aportadas por hagiógrafos e iluminados, alguno de los cuales habló de "ciento cuarenta mil niños menores de dos años degollados", cuando Belén, en el año I, no superaba los mil habitantes y los menores asesinados, en consecuencia, no más de una docena.

Los Inocentes sin nombres abrieron la lista del santoral y del martirologio cristiano, al que se agregó tres décadas después Juan el Bautista, profeta y primo de Jesús de Nazareth, cuyo reino de gracia anunció con verbo incendiario y con los bautizos generales a lo largo del río Jordán. En la abadía de San Víctor de Marsella se guardan y se exponen en estas fechas las reliquias infantiles traídas desde Tierra Santa en 1414 por san Juan Casiano. Tuve la oportunidad de verlas, pero, si se reunieran todas las que bajo ese título se conservan en el orbe católico, la cifra de sacrificados llegaría a las cotas ciento de los cronistas exagerados.