Cuando salga este artículo será el 29 de diciembre, mi último artículo este año; han pasado las Navidades, de las que nada he dicho este año, por las dos patronas y un solo artículo quincenal.

La Navidad, según el Papa Francisco: "Quien no haya entendido el misterio de la Navidad no ha entendido lo más determinante de la condición cristiana, y quien no lo asuma no puede entrar en el reino de los cielos". La Navidad, según el recordado padre Lorente, capellán de la clínica San Juan de Dios: es una fiesta que nos invita a la alegría y al gozo, porque, como dijo el ángel a los pastores alrededor del pesebre, es el nacimiento del Salvador y un coro de ángeles canta "gloria a Dios en el cielo".

Debería, pues, significar uno de los momentos más importantes e intensos en la vida de los cristianos. Sin embargo, está siendo vaciada de su contenido real por nuestra sociedad de consumo. En Navidad celebramos el misterio de la encarnación del Hijo de Dios en un niño indefenso, no en un rey o alto personaje, que ha venido para salvarnos, haciendo visible algunos de los valores más singulares del cristianismo: el amor gratuito y la fraternidad universal, el silencio y la oración, la sencillez y la alegría, la búsqueda de la justicia y la construcción de la paz, la pobreza y la preferencia por los que más sufren y por los que menos tienen.

En contraste con estos valores, nuestras sociedades han convertido estas fiestas en una invitación ruidosa al despilfarro y al gasto sin freno, en una búsqueda obsesiva del disfrute, cerrando los ojos y tapando los oídos a las necesidades de los pobres, enfermos, ancianos, inmigrantes, refugiados... El acontecimiento religioso queda oscurecido en numerosas ocasiones por el bullicio y las celebraciones, utilizando el recuerdo y su correspondiente celebración del nacimiento de Jesús en un pequeño pueblo, Belén de Judá, y en un pesebre, para fomentar un consumismo anticristiano.

Según el evangelista San Lucas: "En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo". Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin". Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso si no conozco varón?". El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses, la que llaman estéril, porque para Dios nada hay imposible". María contestó: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". Y el ángel se retiró.

Este evangelio de San Lucas debería servirnos para que aquellos que nos consideramos cristianos digamos alguna vez lo de esclavos del Señor y actuemos según sus palabras, en esta época de descreimientos y de tantas penalidades a nuestro alrededor y en lugares donde hoy en día hay posibilidades de actuar, sin necesidad de ir personalmente, como tantas magníficas personas, hombres y mujeres, no solo misioneros o monjas, hacen continuamente en todo el mundo, muchas veces con riesgo de su vida.

San Francisco de Asís, en las navidades de 1223, estuvo en Tierra Santa. A su vuelta organizó una representación del nacimiento de Jesús, colocó un pesebre y a su lado un asno y un buey reales. En algún momento él sostuvo en brazos la figura del niño y este cobró vida. El suceso hizo que los asistentes reprodujeran en sus casas con figuras tal milagro, naciendo así la tradición del Belén. De Italia pasó a España. Todos los cristianos deberíamos montar un belén en nuestras casas en estos días y enseñar a nuestros hijos, si son pequeños, o a nuestros nietos, lo que significa. La estrella que guió a los Reyes Magos, sabios astrólogos que observaban el cielo y vieron la conjunción de planetas que los llevó hasta el niño Dios recién nacido, para ofrecerles los presentes: oro, como rey que era; incienso, como Dios, que también era, y mirra, como mortal que tenía que sufrir una terrible pasión, para redimirnos, siendo el origen de los regalos de Reyes. Y, por supuesto, como figuras principales: el niño, la Virgen María, su madre, y san José. También el ángel que se presentó a los pastores anunciando el milagro.