En la ciudad de La Laguna todos los partidos quieren que su candidato sea el alcalde ante una posible moción de censura. Y esto, que hasta cierto punto pudiera parecer lógico, se ha convertido en un auténtico galimatías. Si a Antonio Alarcó la izquierda en peso le ofrece la alcaldía porque entiende que es la solución al tenue deambular lagunero, creo que la ostentaría. Si Santiago Pérez es propuesto por un arco progresista deseoso de reconquistar las libertades de Aguere, supongo que también. Si en lugar de esto, todos auparan a la filial de Podemos, que logró la segunda posición las últimas elecciones, Rubens Ascanio tendría hasta una erección. Y a Teresa Berástegui se le habría aparecido la virgen.

Pero el gran lío está en el PSOE. Los socialistas, que son la tercera fuerza, tienen una rama encabezada por Mónica Martín y otra por Javier Abreu, que no se pueden ni ver. Pregunto: ¿qué pasaría si Abreu cerrara una negociación y propusiera a la alcaldía a Mónica con el apoyo de Podemos? Respondo: pues que por quimérico que fuera, es el único escenario donde hoy pudiera salir algo adelante.

Aun así, todo es tan complicado que pesa más el odio que los candidatos alternativos se tienen entre sí, que el que le puedan proferir a José Alberto Díaz y a sus antecesores Fernando Clavijo y Ana Oramas. O eso parece. Qué cosas.

@JC_Alberto