A menudo confundimos envejecimiento con longevidad y olvidamos que cada vez vivimos más, pero también que tenemos mejor calidad de vida.
También es cierto que aplicamos un mayor nivel de negatividad con respecto a generaciones anteriores, y nos hemos acostumbrado en nuestra forma de pensar y actuar a calcular todas nuestras acciones basándonos en no perder en vez de para ganar.
No escribo para complacer. Escribo basándome en escenarios económicos a corto, medio o largo plazo y propongo soluciones que no tienen que gustar a todos, pero son elementos para un debate que se nos antoja fundamental, que no es otro que consolidar el progreso y el bienestar social de las Islas.
El crecimiento económico no va a sostenerse únicamente con un consumo interno que se va agotando o por una permanente bajada de los precios de la energía, ni mucho menos porque los tipos de interés tiendan a cero eternamente.
Para ver la dimensión de la afectación de las crisis económicas podemos detenernos en analizar que los beneficios de las empresas canarias que cotizan bajo el epígrafe del impuesto de sociedades ganaron 2.650 millones de euros en 2007, mientras que en 2010 ganaron solamente 64 millones de euros o perdieron en su conjunto 178 millones de euros en 2012, con la consecuencia directa de más de 250.000 parados nuevos y el desplome de los ingresos de las arcas del Estado.
A medio plazo tendremos que consolidar la fiscalidad de este país, así como afrontar cómo vamos a asumir el desafío de una dimensión adecuada del nivel de endeudamiento de familias, empresas y Estado, desbocada por el apuntalamiento de una economía lastrada por los efectos de una crisis financiera y que no podemos seguir sosteniéndola eternamente sin reformas si queremos progresar.
Mientras tanto la planificación pide a gritos estabilidad, inversión público-privada y reformas efectivas y profundas.
Como decía el filósofo y ensayista José Ortega y Gasset, "sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos".
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