El tiempo salvará de ruidos fáciles y facturas mezquinas la figura y la obra de Mario Soares (1924-2016) y quedarán como espejos de la historia su compromiso democrático y su inteligente y valeroso equilibrio entre los abismos abiertos en Portugal por el fascismo católico, mantenido por los émulos del dictador Salazar, y el comunismo sin careta, ajeno al calendario y conducido por el irreductible Alvaro Cunhal -"la reserva radical del sur europeo"-, que ofreció a las clases populares un futuro vinculado a la órbita soviética.

Hijo de un intelectual, ministro de la primera República y, luego, con el adjetivo de Corporativa, reprimido por esta, Soares se licenció en derecho y desde la juventud, y en la trinchera del republicanismo democrático inspirado por Afonso da Costa, participó en movimientos de oposición al salazarismo, que lo persiguió sin tregua con la tenebrosa PIDE; fue deportado en varias ocasiones a ultramar y vivió el exilio en la Alemania entonces occidental, donde contó con la hospitalidad y la ayuda de la socialdemocracia alemana, y la amistad y la tutela de Willy Brandt, decisivos en la restauración de libertades y derechos en la Península Ibérica.

Fundó un nuevo Partido Socialista, inmediatamente unido a la Internacional, "centrado y sin pulsiones radicales" que apostó por la Revolución de los Claveles, que el 28 de abril de 1974 iluminó las calles de Lisboa; que postuló "el imprescindible proceso de descolonización que legitimó al nuevo régimen", al que defendió con entusiasmo en los foros y organizaciones internacionales.

En una etapa incierta, con avances y parones, riesgos de involución y quiebra social, lideró la única opción que avalaba el tránsito democrático y, a medio plazo, el desarrollo económico de la cenicienta del Viejo Continente. La petición de adhesión a la Unión Europea contó con el beneplácito de las primeras potencias y, sobre todo, con el apoyo mayoritario del pueblo portugués. En el pasado año se cumplieron tres décadas de la entrada en la UE y de la década (1986-1996), donde "el patriota portugués y el europeísta convencido" gobernó con buen pulso y espíritu conciliador "una nación que se ha ganado salir de la tristeza".