A veces me da la impresión de que no soy feliz y de que soy imbécil. De las dos cosas. De un tiempo para acá, existe toda una corriente de "pensamiento positivo" que nos intenta trasladar a todos que si estamos sumidos en la mayor de las miserias, es porque queremos. Resulta que no sabemos levantarnos de la cama, asomarnos a la ventana mirando al sol y, mientras respiramos profundamente, gritarle a toda la galaxia alguna estupidez de Paulo Coelho. Y yo me quiero rebelar. Las redes sociales se han convertido en un trampolín de frases de autoayuda vacías, que si bien en algún momento pueden servir de respaldo, distan mucho de ser una estrategia para solventar cualquier lío que tengamos entre manos.

Hoy quiero exigir mi derecho a estar triste, cabreado, desilusionado, desencantado, estresado y un montón de estados anímicos más que forman parte de mi ecosistema de emociones. Y quizás no hoy, que estoy contento, pero sí mañana si se me tuerce la vida. Más que una corriente de sicología positiva, que es una cosa seria, se ha puesto de moda una manera de filosofar. Pero es que, además de mentira, esas frases son un peligro. Lo sano es estar de bajona o irritable, y cada cosa a su tiempo. Porque si usted frivoliza ante una adversidad y sonríe en tiempos de desgracia, resulta que usted es, además de anormal, un sicópata. Y como repite una amiga, para leer estas cosas, más vale no saber leer.

@JC_Alberto