Nació y murió en Santa Cruz de Tenerife (1902-1997). Es Hijo Predilecto de nuestra capital y Medalla de Oro de Canarias en 1998. Además de estar en posesión de la Encomienda de Alfonso X el Sabio, la del Mérito Civil y otras. Fue doctor en Derecho y profesor ayudante de Derecho Internacional en la Universidad de La Laguna; poseyendo esa formación académica se le vincula a la filosofía. De joven, aún socialista, viajó con Fernando de los Ríos a Alemania a completar estudios, donde se nutrió de filosofía y alemán.

Al estallar la guerra civil aparece como alto cargo del Movimiento; el fascismo no deja de ser una ideología moderna que surge en el siglo XX. La "república de las letras", como ha ocurrido en todas partes, se reparte por las dos trincheras. Llega a jefe local del Movimiento como falangista de primera, y escribe sobre la necesidad de atraerse a las clases populares, con la zanahoria, no con el palo.

Hay una coherencia indudable en ese íter que le lleva del socialismo al falangismo en radical pugna con las derechas tradicionales y oligarquías, y ganadas las oposiciones a la Administración en el Ministerio de Trabajo, Aguilar y Paz se convertirá en pieza angular en la creación de las antiguas escuelas de capacitación profesional. Es un intelectual en el sentido más prístino del término, metido a labores de gestión, de transformación de la sociedad donde destaca en resultados.

Aguilar y Paz (toscalero), al que su ciudad y Canarias le han rendido todos los honores, es decir, la Administración, pero no así la Universidad, que le mantiene claramente omitido, mientras eran rescatados la mayoría de autores de su época, muchos, menos relevantes, además de no haber ningún intelectual de su talla. No se encontrarán estudios, monografías, opúsculos, incluso alguno solapa su labor en defensa de sus compañeros de Gaceta de Arte, liberando a Domingo Pérez Minik, impidiendo la expulsión de Westerdahl o ayudando a García Cabrera. Destacó por su sentido de la amistad, bonhomía y caballerosidad.

El legado cultural que realizó a la ciudad, un fondo de al parecer 27.000 volúmenes, también goza de parejo desdén: sigue sin catalogarse y acaso en el contenedor que lo trajo de Madrid hace muchos años. El TEA lo tiene como a un prócer a la entrada, pero no puede saberse de sus lecturas y formación. Pérez Minik dijo que su biblioteca, solo en filosofía alemana, era esplendorosa. ¡Qué debates sobre cosmopolitismo y universalismo entonces! Cabría cotejarlos.