El pasado es un fenómeno que nos permite conocer lo bueno y lo malo de lo hecho por nuestros convecinos a lo largo de los años. Y ese pasado tiende a manifestarse en documentos, en actos, en vestigios o en formas artísticas diversas que se establecen para permanecer en el tiempo.

Esas manifestaciones se crean, no cabe duda, para engrandecer con el paso del tiempo las efemérides que les dieron razón de ser. Pero la historia no se escribe con la letra del que la esculpe en su momento, sino con la perspectiva de quienes la analizan y estudian tiempo después.

Es por eso que surge siempre la duda de cómo tratar esos relatos y esas expresiones culturales politizadas. ¿Es más importante la simbología partidista que le dio origen o es más importante la expresión artística perpetuada? Ese dilema enfrenta y enfrentará, en cualquier época y en cualquier circunstancia, a dos conceptos distintos de entender el pasado y la historia.

Es cierto que si desconocemos el pasado estamos condenados, inexorablemente, a repetir los errores cometidos. La concienciación de los despropósitos de la desunión, de la enemistad entre hermanos, entre vecinos, nos hará ser conscientes de lo que nunca debemos volver a permitir.

Hay que restañar las heridas. Es obligación de los poderes públicos y de la clase política hacer lo necesario para que no se desconozcan los precedentes. También es su deber darles una interpretación nueva que sea aleccionadora para las nuevas generaciones y para los visitantes que acuden a nuestra ciudad.

¿Qué diferencia hay entre unos nombres en unas calles y una simbología interpretativa de unas representaciones artísticas? No es fácil diferenciar el fondo de ambas actuaciones. Siempre habría que dejar tales concreciones a los expertos, a los estudiosos objetivos que ofrecerían una visión no sesgada de la problemática.

Los nombres de las diferentes calles de nuestra ciudad deben ser nombres consensuados, que engrandezcan a personas que hayan contribuido al bienestar y al progreso de Santa Cruz de Tenerife. Ejemplos para la ciudadanía independientemente de su origen, profesión o adscripción política. Esta y no otra debe ser la línea a seguir en cuanto a mantener o a reprobar determinadas denominaciones.

Por ello, debe prevalecer la sensatez, la objetividad, el criterio de los expertos y, sobre todo, el interés general.

Una obra artística originada en un marco político concreto y con una finalidad determinada, siempre y cuando tenga un reconocido valor artístico, debería usarse para reinterpretar el momento histórico de su inicio y valorar otras consideraciones propias de cualquier obra de arte.

Demos tiempo para que la comisión creada sobre la Memoria Histórica pueda finalizar con objetividad y con claridad de ideas cómo debe afrontarse esta cuestión.

Rasgarse las vestiduras con obras que ya mucha gente no relaciona con su origen puede provocar lo contrario de su propósito. Limpiemos los nombres de las calles, pero respetemos las manifestaciones artísticas con valor por ellas mismas y no por su simbología. Seamos creativos, y, si es necesario, traslademos esas obras a lugares determinados, pero no las hagamos desaparecer porque, con su olvido y su destierro, perderemos una oportunidad estupenda de aprender de nuestro pasado.

*Concejal de Ciudadanos (C´s) en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife