Conozco a muchos maleducados. Está el maleducado por teléfono, el maleducado en persona, el maledu-cado por carta, el maleducado actual.

El maleducado actual ha hallado su reino en Twitter, y se manifiesta en general gracias al anónimo, que es más viejo que la rasca, como decía mi madre y luego dijo mi hermana Carmela y supongo que algún día dirán nuestros nietos del Puerto, pues esa es una expresión que nació en La Dehesa.

En definitiva, que hay maleducados de toda laya, que insultan a veces con insultos propiamente dichos o con insultos que disfrazan de frases que esconden en su sinceridad el ansia de la grosería.

El último insulto que recibí por escrito fue este: "Vividor". Que yo soy un vividor. No me ofendí porque francamente no me reconocí en el adjetivo. Porque lo cierto es que no soy un vividor.

Un escritor que se sintió en la necesidad de aliviarse de lo que fuera contra mi me llamó "enano". Ahí tampoco me reconocí, porque francamente no doy la talla de lo que se llama un enano: mido 1.60, que está al alcance, incluso, de Dustin Hoffman, y de mi padre, por cierto: mi madre tuvo que descalzarse para la foto de la boda de modo que los dos salieran como la de misma estatura.

En fin, que conozco a muchos maleducados, a algunos de ellos los conozco tanto que incluso diría que yo mismo he podido ser, en momentos deslucidos de mi vida, un maleducado. Pero no un vividor, eh, un vividor no. Ahora está un maleducado al frente de la más alta magistratura del mundo, Estados Unidos; inauguró el ejercicio de su mala educación en la privacidad de sus empresas. Se hizo multimillonario y sumamente maleducado, desde la más hiriente de las prepotencias, la del desprecio a los humildes o, simplemente, a los diferentes. Después quiso ser presidente de los Estados Unidos y fue maleducado con los suyos y con los oponentes, con los que no le bailaban el agua en su propio partido, con los que se le oponían desde el Partido Demócrata, con la prensa que no le asentía, con los mexicanos, con los europeos. Fue maleducado hasta decir basta a aquellos que defienden ideas que no son las suyas. Y llegó a presidente de los Estados Unidos.

Tomó posesión este viernes por la tarde. Y no fue sólo la toma de posesión de un norteamericano maleducado por la prepotencia de su apariencia, como aquellos emigrantes que venían ricos de Venezuela y humillaban a sus familias pobres de Canarias, mostrando el oro que habían dejado allí en contraste con la mirra que teníamos nosotros. Allí aparecía Trump I el Maleducado, en una ceremonia que, por su historia y su significado, tiende a propiciar la buena educación. Pero él es un maleducado, y produjo un discurso de maleducado, lanzó las verdades absolutas del maleducado de siempre, y fue tan maleducado que aquello terminó aún más gélido que como empezó: terminó como si no hubiera empezado, tan desorientado se sintió el hombre que representaba allí a los bien educados, Barack Obama.

No me produjo tristeza el discurso, porque esa tristeza ya la había inaugurado Trump en campaña. Había quienes se permitieron soñar con la posibilidad de que este maleducado se reformara de la noche a la mañana e hiciera un discurso presidencial. No está dotado para ello. Es un maleducado.

¿Manera de exorcizar esa mala crianza, como también se dice en mi barrio? Yo diré cuál ha sido mi manera de neutralizar al maleducado: primero en silencio, luego en olvido, y finalmente en comprensión: algún día se le quitará esa maldad del rostro. Oye, y ha funcionado. Pero creo que con Trump hay poco que hacer. El poder incrementa el factor Mala Persona que trae de fábrica. Me temo que lo vamos a pasar mal, porque ya está en un pedestal que por debajo del barro tiene el cemento del dinero. Pobre América, Pobre mundo entero. Y pobres de nosotros.