Hace unos días conocí a Martín y a Guido. Venían con mi amiga Esperanza de pasar como cooperantes cuatro meses en Lesbos, Grecia. La hambruna, la guerra y la catarsis de los derechos humanos han hecho que en una isla similar a Tenerife se den cita miles de refugiados, principalmente de Siria; pero también de Irak, Afganistán, Irán, Palestina, Yemen, Pakistán, Libia o Somalia. Una vez cerradas las fronteras de Europa a los inmigrantes, se hacinan en una especie de campo de concentración que se conoce como la prisión de Moria. Las duras imágenes que vemos en televisión, en las que se relata cómo mueren de frío a -15 grados y con metro y medio de nieve, no hacen justicia a un tortuoso día a día en el que 4.000 personas tienen que compartir, por ejemplo, sólo 20 baños.

Allí donde se agolpan los inmigrantes, la desidia y la miseria, nadie sabe que va a ser mañana de su vida ni de la de sus hijos. Los que dominan el mundo han decidido meter un gran problema entre unos muros. Y antes esto no se sabía, sin embargo las nuevas tecnologías nos hacen participes de prácticamente todo desde el minuto uno. Para darle sentido a esta gran locura de la inmigración, cada vez más personas se acercan a Lesbos a dedicar quizás unos meses. Un tiempo en el que te das cuenta que la vida, las prioridades y tú mismo son bien distintos a lo que pensabas. Los que quieren un mundo mejor algún día derrocarán a los tiranos que hoy mandan. La historia nos dice que así ha sido siempre, sólo es cuestión de tiempo. Y es terrible y es maravilloso.

@JC_Alberto