El amor de pareja no existe como tal. Si uno es posesivo con los amigos, lo será con su pareja. Lo que ocurre es que al amor de pareja, a diferencia del de los amigos, le sumas otras cosas. Le sumas el sexo y le sumas un proyecto de vida, por ejemplo. Y si bien parece fácil, en España se rompen cuatro matrimonios al día. ¿Qué es lo que ocurre? Existe un monstruo de tres cabezas que siempre amenaza. Si alguna atrapa nuestra relación, acaba con ella. La primera cabeza es la de la idealización. Muchas parejas se rompen porque entienden que los tequieros, los piropos y la tontería de los recién enamorados debe durar toda la vida, pero no dura. Pretender una relación ideal sostenida en el tiempo acaba con la pareja. Cuando uno entiende que quien tiene al lado no es la pareja ideal, sale a la calle a buscar a otro que sí lo sea. Y claro, el amor ideal sólo es eso, una idealización.

La segunda cabeza consiste en compartir un código común. Hablo de la comunicación. Venimos de vidas distintas y somos diferentes. Uno quiere dormir cuando el otro quiere hacer el amor, el otro quiere hacer el amor cuando tú quieres ver la televisión y así sucesivamente. No tenemos que extrañarnos de encontrar rara a la otra persona. Si no compartimos un canal de resolución de nuestras diferencias, la pareja muere. Y la tercera es la cabeza de la competitividad. Quién puede más, quién gana más o quién tiene mayor reconocimiento social; qué hacemos hoy, a dónde vamos y por qué. Si no compartimos el poder de decisión, todo se va al garete. Y si bien estas son las tres cabezas, una vez superadas la idealización, la comunicación y la competitividad, aún nos queda un abismo que atravesar y que dejo para un próximo escrito: el de la rutina. ¡Venga, ánimo!

@JC_Alberto