No. Él no es el problema. De él podríamos decir que es tan pobre que sólo tiene dinero. Mi hijo lo vio por televisión acompañado por su esposa y -con esa puntería tan fresca y espontánea que da la inocencia- me soltó: "Está con él por dinero, ¿no?". Sólo pude encogerme de hombros. Pero no, no lo duden, este señor, o lo que sea, no es el problema. El problema es que este personaje insolente y provocador haya sido elegido por millones de votantes entusiastas.

Recuerdo que al día siguiente a su elección en uno de esos vídeos de la inmediatez que circulan por whatsapp, un norteamericano se desternillaba de risa ante el españolito que le había preguntado que si no le daba vergüenza que hubiera salido Donald Trump de presidente. ¿Tú me lo preguntas? ¿Tú siendo español? Tenéis un partido que es el más corrupto de cuantos ha habido en España, que a la vez que se proclama abanderado de la lucha contra la corrupción y defensor de la justicia, destruye las pruebas que requiere la Justicia; que habla de despidos de ladrones en diferido, que se ha financiado a través de las comisiones ilegales y saca más votos que en las anteriores elecciones...

Qué les digo, que estamos nosotros para tirar piedras. El que haya un personaje como Donald Trump no es un problema para una sociedad. No. No es un problema inquietante el hecho de que haya un individuo racista, machista, zafio, grosero, violento... El problema es que ese individuo pueda convertirse en candidato a la presidencia del país más poderoso del mundo y, peor aún, que haya sido elegido como presidente.

Le han votado mujeres a pesar de su machismo y de su grosería. Le han votado mexicanos, a los que ha despreciado de forma insistente y vergonzosa -les anuncia la construcción de un muro y les obliga a pagarlo a ellos-. Le han votado inmigrantes, a los que ha tratado de delincuentes. Le han votado negros, a los que ha maltratado verbalmente. Y le han votado a él. No al Partido Republicano, sino a su persona y figura.

¿Cómo puede obtener un solo voto un candidato que dice que, aunque matase a alguien de un tiro en la calle, sería igualmente apoyado? ¿Cómo puede tener un solo voto alguien que dice que no aceptará los resultados si no es él el ganador? ¿Cómo puede ser votado alguien que afirma que las mujeres se dejan arrastrar por el fango a manos del hombre que tiene fama, dinero y poder? ¿Qué democracia defiende? ¿Qué sociedad desea? ¿En qué valores cree?

Estas cosas me llevan a una duda profesional: ¿para qué les ha servido la escuela a estos votantes? ¿Cómo razonan, cómo argumentan, cómo analizan la realidad, cómo se comprometen con ella?

Philippe Perrenoud, sociólogo suizo, escribió un artículo titulado " La escuela no sirve para nada". Confieso que cuando leí el título me quedé noqueado. Desde los 26 años trabajo en la escuela. El artículo es tan breve como contundente. En él dice que de los doce dignatarios nazis que decidieron construir las cámaras de exterminio, más de la mitad tenía un doctorado. Es decir, el alto nivel de instrucción tiene muy poco que ver con la ética.

Se puede tomar a los ciudadanos por imbéciles y tener todas las posibilidades de ser aclamado en las elecciones. Y así los americanos mantienen a un presidente del que la historia dirá, a buen seguro, que ha profundizado la fractura entre el Norte y el Sur, entre el cristianismo y el islam, entre los ricos y los desheredados. ¿Para qué les ha servido la escuela a los americanos si la emoción y el nacionalismo atrofian el juicio de las personas instruidas?".

O la escuela no ha cumplido bien su misión o los escolares han traicionado lo que han aprendido durante los años de escolaridad. ¿Cuáles son los criterios que llevan a decidir el voto?

Insisto, el problema no es este señor. Apareció como un payaso en un circo y se ha convertido en el tigre que ha devorado los valores de respeto, igualdad, justicia, solidaridad, apertura y libertad que son la esencia de la democracia. El problema no es él. El problema son ustedes. Somos nosotros. Cuando votamos y cuando no votamos.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es