Me he referido en otras ocasiones a lo poco propensos que somos llegada la hora de alabar el trabajo de los demás. Nos gusta que alaben el nuestro, pero somos remisos en corresponder a esas atenciones. En el fondo, me parece a mí, está la envidia, el pecado por antonomasia de los españoles. Sobre todo al ponderar la actuación de quienes gozan cierta fama, somos unos auténticos rácanos. El actor, gesticula demasiado; el pintor, su paleta carece de vivacidad; el músico, sus composiciones tienen poco brío; el escritor, la lectura de sus obras resulta pesada, etc. Raramente encontramos algo positivo en los demás, más aún si el halagado ejerce nuestro mismo oficio...

Viene lo anterior a cuenta de lo que manifesté en el artículo que EL DÍA tuvo la gentileza de publicarme el 5 de octubre del pasado año. Lo titulé "Una buena noticia", y me refería en él a la iniciativa que, para generar empleo, había adoptado el Ayuntamiento capitalino el día 19 de septiembre anterior. Mediante ella se iban a crear 200 puestos de trabajo, siendo su objetivo el adecentamiento de la ciudad. Los españoles, cuando queremos referirnos a alguna carencia, decimos "hay que lavarle la cara" o "necesita una manita de pintura", y nadie podrá negar que a nuestra ciudad le faltaba precisamente eso.

Como apunté en el mencionado artículo, los ciudadanos estábamos hasta las narices -o hasta donde ustedes buenamente estimen- de losetas levantadas, contenedores de basura rotos, grafitis, farolas sin luces, solares convertidos en estercoleros y mil cosas más que no deben ser patrimonio de las ciudades que pretender atraer turismo. Pero por fortuna en gran parte -al menos de momento- eso se ha acabado. No seamos semejantes a quienes he mencionado al principio y reconozcamos que el Ayuntamiento ha hecho los deberes; o se ha puesto las pilas, como ustedes quieran. Durante los últimos meses las actuaciones que han desarrollado esas 200 personas contratadas han sido palpables. Bien es cierto que podría haberse hecho más porque los ciudadanos a veces somos poco conscientes y vamos dejando detrás de nosotros infinidad de destrozos, pero por algo se empieza.

Es posible que muchos ni siquiera se hayan percatado del trabajo realizado; sobre todo los que van en coche. Yo también uso ese medio de locomoción, pero también camino. Por eso he visto muros de jardines enjalbegados, pavimentos repuestos, papeleras con bolsas de basura, bancos pintados, farolas que ya cumplen su misión, plazas cuyas fuentes ya funcionan y calzadas con los baches reparados, y muchas cosas más. En fin, un acierto, y creo que es de justicia felicitar a nuestro Ayuntamiento por la iniciativa.

Pero -siempre hay un pero- ya sabemos cómo nos las gastamos en nuestros pagos. Lo que no se cuida al final recupera su antiguo aspecto. Nuestra manera de ser -nuestra idiosincrasia, dirían los estudiosos- es la que es, y parece que ella no nos permite ser iguales a los naturales, por ejemplo, de los países escandinavos, que si no encuentran una papelera a mano se llevan a su casa la cajetilla de cigarrillos vacía antes de tirarla a la calle. Por eso no me resisto a terminar sin copiar lo que dije al final del artículo mencionado: "Como en medicina, es preciso prevenir antes que curar. Bastaría que un par de trabajadores -no hace falta que sean ingenieros, arquitectos o aparejadores...- recorriesen la ciudad cada día, debidamente cuadriculada por sectores, y que anotasen en su tableta los daños que observen. Su reparación subsiguiente, en pocos días, evitaría las infinitas quejas en los periódicos".

Aunque eso, bien mirado, nos quitaría material de trabajo a los comentaristas...