Es un hecho real que en España no solo el catolicismo, sino también la religiosidad en general, está perdiendo peso, sobre todo en la juventud, que muestra indiferencia religiosa, agnosticismo e incluso ateísmo confeso.

Hasta hace bien poco era un hecho aislado y casi insólito encontrarse con alguien que se declarara abiertamente agnóstico o ateo, mientras que ahora estas posiciones están adquiriendo carta de normalidad.

Efectivamente. Según un informe anual realizado por la Fundación Ferrer y Guardia, el 46% de los jóvenes españoles de entre 18 y 34 años se declara ateo, agnóstico o indiferente, y ello se debe, en parte, y pese a los cambios que está efectuando el Papa Francisco, a la "impopular" postura de la Iglesia católica en temas tan controvertidos como la ley que regula el matrimonio homosexual, el aborto, la eutanasia, en lo referente a cuestiones sexuales, etc. También influye mucho en su decisión los cambios políticos, que van en una dirección laicista. Es esta una evidencia que ha de asumirse y valorarse como un signo inequívoco de nuestra realidad actual en las nuevas generaciones. Esta actitud de los jóvenes ante la Iglesia católica conduce a una pérdida no solo de la religión, sino de la cultura católica en España y a posiciones cada vez más alejadas del cristianismo, dando lugar a que cada vez más se produzca un trasvase de católicos practicantes a posiciones más alejadas de la religión.

Casi todos los jóvenes que se alejan de la fe cristiana fueron bautizados, recibieron la primera comunión y algunos, incluso, contraerán matrimonio -si es que no lo han hecho ya- por la Iglesia católica, pero reniegan de todo lo divino y reconocen abiertamente que solo tienen fe en sí mismos.

Es un hecho constatable que la mayoría de los españoles mantienen para sus hijos la tradición del bautismo y de la primera comunión, aunque un alto porcentaje de ellos lo hace por costumbre social. Sin embargo, el número de parejas que deciden casarse por la Iglesia está descendiendo con respecto a las ceremonias civiles, cada vez más en auge. Incluso ocho de cada diez españoles consideran aceptable vivir en pareja; siete de cada diez aceptan el divorcio y seis de cada diez el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Muchos de los jóvenes que han optado por posturas de alejamiento de la Iglesia por falta de fe se definen agnósticos e incluso ateos, creando en ellos una confusión que les impide diferenciar ambas teorías.

Veamos. El agnosticismo es una doctrina filosófica que declara inaccesible a la razón humana el conocimiento de lo absoluto y de todo aquello que no pueda ser alcanzado por la experiencia. Con esta teoría, el agnosticismo no niega la existencia de Dios, sino que se reconoce incapaz de alcanzar su conocimiento. Por consiguiente, nada tiene que ver con el ateísmo, que sí niega la existencia divina.

La fórmula básica de quienes se declaran agnósticos viene a ser así: "No tengo suficientes pruebas ni de que existe Dios ni de que no existe. Por ello, no puedo declararme ni creyente ni ateo".

El ateísmo es la convicción de que no existe ningún dios o ser supremo, por lo que niega la verdad de toda fe o creencia relacionada con seres divinos, o doctrinas basadas en su existencia. Por supuesto, probar la existencia de Dios es tan imposible como probar su inexistencia, por lo que la creencia en Dios es una cuestión de fe, y la actitud contraria, la afirmación de que Dios no existe, es una decisión personal.

Resumiendo. El ateísmo y el agnosticismo son dos posturas diferentes frente a la existencia y la naturaleza de Dios.

¡Cuánta manipulación, ignorancia o falta de información existe hoy entre la juventud!