Hay una diferencia esencial entre los populistas de derecha y de izquierda. Como vamos comprobando, los populismos de derecha acuñan un programa político extraordinariamente claro; sin embargo, no conocemos los de izquierda.

Los populistas de derecha tienen ideas fuerza troncales y concretas, no se van por las ramas y son contundentes. Hacen auténticas propuestas de cambios radicales e inmediatos, que cumplen. A tal punto es así que enseguida generan suspicacias y temores en el conjunto del orbe. Nadie duda de las medidas de Trump, el "brexit" ni de las que tomaría Le Pen. Siendo esto así, ¿alguien sabe qué plantean Syriza, Podemos o Maduro? El populismo de izquierda es el que carece de todo atisbo de programa, más allá de difusos objetivos estratégicos de carácter general, que equivalen a principios. Nadan en la pura indeterminación. Lo que se corresponde con la "política del estado de ánimo", que es la indignación. Por tanto, hay un trasfondo de terapia de grupo o rito de exorcización, pero no mucho más. No existe "día siguiente" a un eventual triunfo electoral. El caso de Syriza, tan visitado por Pablo Iglesias y Pedro Sánchez -otros tiempos-, es una muestra elocuente de ese navegar a expensas de la contingencia, y presto a cualquier giro, incluso contra natura.

La falta de programa también queda mostrada en la vaguedad de sus planteamientos. Podemos unas veces parece que nacionalizaría la banca, se saldría del euro y cosas similares hasta que otro día atempera esos propósitos o disimula. No es que no tengan norte, es que no hay rosa de los vientos, a lo sumo vendavales. Tras canalizar la indignación y la protesta, ahora, más que formular un programa básico contra la casta, lo que hace es disolver la política en un mejunje callejero. Han constituido el reino de la abstracción, y abstracta también es su composición: una constelación de mareas, facciones, izquierdistas étnicos, IU, anticapitalistas... Podemos ejecuta, a escala agonística, las intrigas de los partidos en su lucha feroz por el poder. Pretendieron asaltar los cielos, sin prever que habrían de asaltar su propio poder. Su teoría de la confrontación se muda, surrealista, en interna y propia. Ya comienzan las purgas.

Coherentes consigo mismos, si no hay claras formulaciones políticas, menos podía haber gestión, y han demostrado evitarla con tontuelas ocurrencias. Las asambleas de universidad, patrón de Podemos, sirven para construir frases cursis, e intentan estos, sobre un horizonte de prohibiciones y persecuciones ideológicas, escenificar fobias: una catarsis sensata y necesaria, entiendo.