Algunos asuntos no son analizables con posturas de blanco o negro, sino que se presentan llenos de matices. Es el caso de los estibadores portuarios. La justicia europea ha ordenado la liberalización del sector en el que se mantienen viejas estructuras gremiales que han creado lo que algunos llaman "casta" de trabajadores privilegiados. Hay una sociedad que agrupa a los estibadores, que es la que regula el acceso a una profesión donde se trabajan algo más de mil quinientas horas al año y se cobran 65.000 euros de media. Es con esa sociedad con quien tienen que relacionarse los operadores portuarios y la que controla el negocio.

Presentado así, el asunto huele como medio kilo de camarones. Pero habría que preguntarse por qué el espíritu liberalizador de la Unión Europea -y del Gobierno español- sólo llega a los trabajadores de la estiba y no alcanza otros mercados regulados, cerrados o protegidos, como las farmacias o el oligopolio de las eléctricas.

Cambiar el sistema de los trabajadores portuarios de la estiba debería realizarse en un plan de fases y a lo largo del tiempo. Pero lo que se ha planteado es darle la vuelta rápidamente al calcetín de los puertos por la vía del trabajo estratégico de la carga y descarga de buques. La reconversión de la obsoleta minería española costó sangre, sudor, lágrimas y muchísimas subvenciones. Y tiempo. Y lo mismo pasó con los astilleros y parte del viejo sector industrial. Hacerlo a las bravas con los estibadores demuestra muy poca sutileza, aunque haya razones.

Los altísimos sueldos de estos trabajadores portuarios -como en su día el de los controladores- les vuelve fácil carne para la demagogia. Al resto de los sufridos currantes, que se desloman como mileuristas, les puede parecer muy bien que el salario de los portuarios baje de 65.000 a 26.000 euros anuales, como parece que se propone en las nuevas reglas del juego. Pero esa es una praxis mental. Un país no puede progresar sobre la base desear que los trabajos bien retribuidos se desplomen. Ni odiando a los emprendedores que consiguen éxito en sus proyectos empresariales y ganan muchísimo dinero. Hay que aspirar a igualar por arriba, no por abajo.

Pero en España no deseamos tener lo mucho que tiene otro, sino que el otro lo pierda. No aspiramos a mejorar, sino a que el prójimo empeore. Uno de los pecados capitales de este país es la envidia. Así que toda aquella situación de privilegio o favor que se expone al gran público termina despertando un pavoroso coro de rechazo y furia.

Los estibadores la van a liar en los puertos de España. Es lo previsible. Aunque se haya suspendido la huelga prevista para la semana que viene, difícilmente conseguirán lo que quieren conservar, porque es un residuo del pasado. Para el presidente de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz, Ricardo Melchior, esta es una sinuosa operación de los puertos del Norte de Europa para liarla parda en los puertos del Sur, que se los están comiendo vivos. Quién sabe. Pero si querían ponerlo todo patas arriba van camino de conseguirlo.