Hay semanas que tengo varios temas en mente para escribir y otras que me entra una pájara tremenda y no aparece la musa de las ideas. Sin embargo, con una simple conversación telefónica aparecen varios recuerdos, y entre ellos está el agua, pues con diecisiete años trabajé para un negociante que entre muchos sectores que trabajaba, las galerías de aguas eran uno de ellos.

¡Qué buena ha resultado la lluvia de días pasados para las islas occidentales! En algunos casos y debido a los fuertes vientos han existido daños, pero el agua es un verdadero tesoro para nuestro campo, huerta que por cierto está cada día más abandonada. En un acertado artículo hace unos días, Wladimiro Rodríguez Brito pone el dedo en la llaga y coincide en mi parecer de la falta de atención a la tierra y del escaso interés que estamos poniendo a la agricultura. Cada vez hay menos gente que la trabaje y quien lo hace ya tiene edad de jubilarse, por lo que necesita imperiosamente jóvenes que se ocupen de ella. Al mismo tiempo encontramos unas cifras de paro altísimas en la juventud, así que encuentro todo bastante incongruente. Brito es de las personas que más saben de este tema y tampoco entiende que prefiramos pagar más dinero por productos externos y no proteger los propios. Con esta senda acabaremos importándolo todo y un día de estos tendremos un desabastecimiento y nos comeremos unos a otros, puesto que una posible huelga de estibadores nos dejará más aislados.

El tema de hoy surgió hablando por teléfono con Benigno Ramos, a quien en su día entregué los trastos de una galería de agua situada en los altos de La Orotava, en el barranco de San Antonio o Dornajito, y de la que había sido secretario. El hombre estaba recuperándose de una caída en una calle de Candelaria, en la que se rompió la cara contra el suelo por ir hablando con el móvil. Evocamos temas relacionados con las aguas allá por el 60, cuando esta galería dio un chorrito de agua y los participes de la comunidad no han pagado recibos de mantenimiento desde entonces, pero si reciben una cantidad que en pesetas parecía mucho, pero que en euros da para un almuerzo en un guachinche. Resulta que teníamos amigos comunes, como Ángel Díaz García Talavera, conocido por "Lelo", y su esposa, Isabelita, gran amiga de mi mujer. Eran un matrimonio perfecto que vivía en un coqueto pisito de Imeldo Serís. Él falleció hace años y ella está internada por el terrible Alzheimer. También recordamos lo que fue la gran Bolsa de negocios de la Plaza de Weyler, donde se cerraban tratos de palabra y sin documentos. Mucha gente vivía de este oficio, pero en 1957 se aprobó la nueva Ley de Aguas y se cargó el negocio. Hoy el control lo tienen grupos empresariales que se apropiaron de este bien tan necesario, pero al que al parecer Hacienda, que somos todos, está interviniendo y captando toda posibilidad de obtener carga impositiva. Me parece bien, pues la economía sumergida debe aflorar, pero primero hay que caer sobre esos poderosos que tanto han "mamado", pues no se soluciona nada metiéndolos en la cárcel, si primero no les obligan a devolver lo robado. Hacienda debe estar al tanto de todo, pero meterse en esas poquedades no creo que vaya a resolver nada. Hay que distinguir entre los que se enriquecen y no pagan, de los que buscan dar de comer a su familia. Con parientes a tu cargo y sin ingresos, un día de trabajo para comprar comida es fundamental y no creo que haga tanto mal.

Entrañable la conversación con Benigno, tantos años sin saber el uno del otro y resulta que tenemos muchas cosas en común. Se hizo abogado pero también fue gestor administrativo y tenía la oficina por Suárez Guerra, muy cerca de donde yo enamoraba. Cumple 81 años justo un día de después de mí, así que un respetito, que soy mayor. Ambos hemos tenido vivencias paralelas. Espero su recuperación y le deseo lo mejor, que coja fuerzas para afrontar ese problemilla de la galería junto a Eulogio, gran persona y buen conocedor del tema. Aquí estamos para lo que se ofrezca.

aguayotenerife@gmail.com