Me pasé con los neumáticos. Cien mil kilómetros es una temeridad -eso me dijo Mandi cuando me puso los nuevos- bueno, exactamente me dijo: "no te hubieran llegado al fin de semana". Y no tenía cara de estar de broma. Así que, por favor, si tuve un ángel que me salvó, no quiero que les ocurra a ustedes una desgracia por despistes como este. Por si el ángel -el suyo- se hubiera ido de Carnaval, que ahí también tienen curro a destajo, revisen las ruedas.

Bueno, pues como les contaba, mientras se hacía el cambio, me puse a charlar con su padre -el de Mandi- sobre lo tontos que éramos aceptando poner el combustible al coche en gasolineras tan vanguardistas que nos lo hacen servir a nosotros mismos. Y picamos. Vaya si picamos. El señor padre es una de las excepciones. Él por ahí no pasa. Igual que yo elijo el taller del barrio para cambiar las gomas, él prefiere al gasolinero que le llena el tanque y le cobra en la ventanilla de su coche, "...como toda la vida". Hasta ahí podríamos llegar. A ellos les cuesta lo mismo, sólo que hay gasolineras que quieren ahorrarse pagar un par de empleados y así tener más beneficios, me explicaba el buen hombre. Culpa nuestra que lo consentimos y les hacemos el juego como borregos.

Y es que no nos fijamos, y mantenemos jetas caraduras que nos atracan en nuestras narices sin que nos demos cuenta. O somos unos ilusos románticos. Miremos hacia los bancos. Ya sospechábamos que nos querían por el interés, pero, por más que fuese el suyo un cariño fingido reconfortaba un poco, saber que no nos pedían más a cambio que poner a su recaudo un dinerito.

Digan lo que digan, el cariño cuando se basa en lo material es más estable e incondicional que el meramente espiritual -un amigo siempre me decía que las parejas por conveniencia eran eternas-. Para obtenerlo, antes bastaba sólo con domiciliar una nómina. Y siempre es más fácil tener una nómina que tener los ojos azules, unas medidas perfectas, una sonrisa hechicera y una personalidad arrolladora.

En teoría, más guapo o más feo, más magnético o menos, todo quisque puede tener una nómina y domiciliarla. Con eso, sólo con eso, bastaba en otros tiempos para encontrar desplegada ante ti la alfombra roja de una sucursal bancaria, ovacionado por el mismo director. Pero, sabido es después de esta crisis, que, si bien, los bancos nos atracan más aún a fuerza de dudosos productos financieros, cuanto más suben sus intereses, más bajan en sus cuotas de cariño.

Antes, qué tiempos aquellos, ibas a hacer una transferencia y te ofrecían una silla confortable y delicadamente tapizada para encomendarle tu gestión a un aplicado profesional con maneras amables y solícitas, que te despedía, tras la operación, con un delicado apretón de manos. Ahora, ay ahora, te vas a la cola de una ventanilla, para, después de media hora de pie, hallar el gesto agriado de una oficinista que te increpa por no haber hecho tú mismo la transferencia en el cajero.

Ay qué dolor, qué agonía, qué crisis existencial, ¿qué fue de ese banco amoroso para el que fui tantos años su estimado cliente? Ya no me quiere como antes, es decir, ya no me quiere ni como antesdeayer.

-Es que estamos recortando personal. Hágase cargo.

-¿Y dónde han ido esas personas recortadas? ¿Al paro? ¿A la desesperación? ¿Al consumo de psicotropos? ¿Ubi sunt? ¿Y qué será de la señora María, si le exigen hacer una transferencia con sus nulos conocimientos de informática y la artrosis de sus manos? Ahora, definitivamente, comprendo la recuperación de esa costumbre por la que se guardaban los ahorros bajo el colchón y la calderilla en los calcetines. Aquellos abuelos sabios se las sabían todas; "no te fíes de nadie".

¿Pero, qué hay que hacer para recuperar el inapreciable cariño interesado que tanto nos alimenta? ¿Y si nos lo niegan también en esas últimas reservas espirituales que son las peluquerías y los restaurantes caros? No es que el camarero, que, en realidad, es chino como todo el resto del personal, carezca de los más exquisitos modales asiáticos, es que es el único que atiende a todas las mesas. También se ve que están recortando personal y él no es un pulpo. Pese a ser chino y eficiente, sólo tiene dos manos.

En fin, que soy un romántico empedernido, y me temo que amor, lo que se dice amor... casi no queda. En ningún sitio.

Feliz domingo. Feliz Carnaval.

adebernar@yahoo.es