Trabajar junto a un grupo de personas es muy habitual en el ejercicio de cualquier actividad. Pero no debemos caer en la confusión y creer que el mero hecho de "trabajar con otras personas" signifique en sí mismo "trabajar en equipo".

El trabajo en equipo requiere como mínimo disponer de un proyecto común, delimitar la asunción de responsabilidades de cada miembro y acreditar voluntad y capacidad de ejecución. La excelencia del trabajo en equipo se consigue si, además, lo convertimos en una "experiencia". Para ello deberíamos dotarlo de un liderazgo que empodere, comprometido con la construcción de un clima positivo y de respeto, y, finalmente, que tenga asumido el error como una fuente de experiencia y aprendizaje útil. La tolerancia al error es una de las palancas más importantes con las que cuenta una persona con responsabilidad directiva para generar confianza entre sus equipos.

"Tal vez, las dos cosas a las que el ser humano no tiene derecho en esta vida, son a la petulancia, y su opuesto, al desánimo. No hay nunca una razón suficiente ni para lo uno, ni para lo otro". Así se manifestaba Ortega en su libro "La rebelión de las masas". La petulancia, como la soberbia, no dejan de ser manifestaciones de inseguridad, letales para la configuración de cualquier proyecto de trabajo en equipo. Los soberbios y petulantes no ven ni escuchan, sólo gritan, aunque casi nadie les oye. No son imprescindibles, aunque su torpeza les haga creer lo contrario.

Una actitud abierta, una mirada natural o una simple sonrisa, en la mayoría de los casos, generan de manera automática, respuesta positiva de nuestro interlocutor; un directivo constructor de equipos, al que por descontado se le atribuyen conocimiento y formación específica en su materia, deberá proponerse prestar mucha atención a los pequeños detalles que conforman un estado de ánimo, una personalidad, o incluso la propia seña de identidad de su grupo de trabajo. Los directivos son conscientes de la importancia que tiene algo tan natural como el simple saludo de cada mañana, y por ello se emplean a fondo para llegar a su lugar de trabajo mostrando la mejor actitud, la mejor disposición y la mejor sonrisa. Ponerlo en práctica no origina coste a la empresa y, por contra, genera una alta rentabilidad.

El proceso de conformación del estilo de cada directivo es el resultado de confrontar permanentemente la coherencia entre el modelo que practica con sus propios principios y valores. Nuestro modelo de dirección no debe estar alejado y mucho menos contrapuesto a lo que son nuestros principios. Por el contrario, aceptar y adoptar un modelo de gestión basado en teorías y modismos, que ignoren esencia y valores de nosotros como individuo, solo producirá insatisfacción y limitará nuestras propias capacidades.

Esta visión de la gestión de los equipos se está abriendo paso en el mundo de las organizaciones. En las memorias anuales de las empresas encontramos, cada vez con mayor frecuencia, referencias al compromiso que muestran en la búsqueda de la felicidad de los equipos. Las empresas que lo hacen consiguen atraer buenos profesionales, logran crear un ambiente positivo en la organización, y todo ello redunda, inexorablemente, en la salud de la plantilla y en los resultados económicos de la empresa. De esta manera, contar con líderes originales, creativos y con personalidad propia les llevará a conformar buenos equipos, serán felices y lo mejor de todo, harán felices a los demás.

*AED Canarias

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