El nacionalismo es un estado evolucionado del patriotismo. O sea, como algo venido a más. Casi todos los seres humanos tienen una patria que está formada por sus raíces, el lugar donde nacieron, los recuerdos de su infancia... La patria no necesita ni exige nada más que una devoción incondicional del alma. La nación es otra cosa. La nación es una superestructura de la que cuelgan lenguas, culturas, leyes, ejércitos... La nación es, básicamente, un camino que lleva al Estado.

Hace sólo algunos pocos años nadie se hubiera creído que Cataluña estaría al borde de la secesión y el País Vasco estaría tan tranquilo como una balsa de aceite. La vida cotidiana estaba salpicada por la sangre y la muerte del terrorismo vasco de ETA que se llevó centenares de vida por delante para conseguir una independencia imposible. Y lo que en el Norte era ruido y furia, en el Mediterráneo era tranquilidad.

Durante un cuarto de siglo, los nacionalistas catalanes se lo llevaron crudo de los Presupuestos del Estado. Eran aliados serios y responsables. La referencia preferida para cualquier partido con necesidad de pacto de gobierno: gente cumplidora. Su discurso era colaborar en la gobernabilidad del Estado y el desarrollo económico. Pero mientras vendían esa cabra empezaban de cero, educando a sus jóvenes en la cultura y el sentimiento nacional, en el uso preferente de su lengua y en la ensoñación por los símbolos y las glorias de una nueva república catalana. Los mismos que vendían sonrisas en Madrid acumulaban hiel en Barcelona.

Andoni Ortúzar preside hoy un Partido Nacionalista Vasco que ha tenido que recuperarse lenta y dolorosamente de los estropicios causados por su desgarramiento interno. El PNV encajó la pérdida del Gobierno como un buen fajador y esperó su oportunidad para volver a Ajuria Enea. Y volvió. Y desde entonces procura moverse en la delgada línea de la frontera que separa a los vascos que quieren acabar con España y los vascos que, siendo patrióticamente de su país, consideran que con la autonomía política y fiscal es suficiente.

Ortuzar vino a Canarias en visita política a sus colegas de Coalición Canaria. Y nada más llegar tuvo la habilidad de lanzar una bomba de humo con sus declaraciones de que las Islas Canarias son una tierra colonizada y por lo tanto perfectamente descolonizable. A la buena gente le ha dado un flato y alguno ha especulado con el peligro de que Coalición Canaria se hubiera vuelto independentista. No es ninguna mentira decir que Canarias fue colonizada. En realidad el mundo entero es fruto de la colonización.

Pero en realidad Ortuzar no ha venido a Canarias para hacer disquisiciones sobre la independencia, sino para cerrar estrategias. Al Gobierno del PP no le basta con Ciudadanos para aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Sin los nacionalistas vascos y los canarios el Gobierno del PP está más colgado que una paraguaya. Por eso es tan importante ponerse de acuerdo. "CC y PNV tienen dos almas: la pragmática y la soberanista", dijo Ortúzar. ¿Qué quiere decir con eso?

Para entenderlo quizás valga el relato de un padre que quiere averiguar si su hijo, de mayor, va a ser de izquierdas o de derechas. Decidido a saberlo le llama a su despacho y le somete a una prueba. En un lado le coloca un fajo de billetes y en el otro un libro de la Constitución. "Ahí, hijo mío, tienes el dinero, que te da cosas materiales pero te empobrece como ser humano. Y ahí, al otro lado, tienes el texto de la Constitución de este país, en la que se habla de derechos y libertades, de la grandeza del ser humano. ¿Con qué te quedarías de estas dos cosas?". El niño se queda un buen rato pensando hasta que recoge el fajo de billetes, lo mete dentro del libro de la Constitución y sale tranquilamente del despacho. Su padre, rascándose la cabeza y sonriendo, musita entonces para sí mismo: "Vaya, vaya. El niño me va a salir nacionalista".

Esa es el alma que vino de visita a Canarias.