No es fácil llegar a los 80 años y además tener la cabeza, las piernas y el espíritu en condiciones de seguir adelante. Si añadimos también ilusión y predisposición, estoy definiendo a mi cuñaza Zoraida, que a pesar de haber tenido un par de achuchones graves en los últimos años, con la preocupación que eso conlleva, sigue con su frenética actividad con el visto bueno de su cardiólogo, el doctor Febles.

Buena ama de casa, tiene su morada como los chorros de oro, limpio sobre limpio, y además tiene una agenda de actividades tan llena que no le cabe un solo renglón más. Da clases de guitarra y es el vértice de una parranda que toca en verbenas y romerías, y que ensaya en San Roque, desde donde lanzan los fuegos del Cristo en La Laguna, con un frío de espanto todo el año. La verdad es que no se como aguantan allí arriba.

Cumple con sus amigas y siempre está disponible para hacer favores, vender rifas, lotería, alimentar animales callejeros... Se escapa en guagua hasta Icod para comprar la lotería de Navidad en la casa de comidas de Don Benigno, lugar entrañable y de buena mesa de ese municipio. Si le hace falta a su hija, se sube en el vehículo de Titsa hasta Los Realejos. Le echa una mano con la casa a su hermano soltero. Tiene tiempo para todo, hasta de cumplir con entierros y misas de duelo, y fue durante muchos años donante de sangre. Salvó muchas vidas.

Disfruta con las parrandas tocando "Lo Divino" en Navidad, folías en los bailes de magos y romerías, pero también canciones melódicas de ayer. Mi cuñada, además de ser una excelente persona, tiene un gran valor y un cerebro privilegiado, digno de ser estudiado por la ciencia, debe ser por lo actividad inusitada con que lo usa. Le gustan los pasatiempos, las novelas del oeste y la baraja española, y aunque está muy delgadita, saca energía y capacidad y no pierde un ápice de fuerza de voluntad, entereza y ganas de ayudar.

La pasada semana celebró su cumpleaños en El Bosque, junto al puente de hierro de Santa Ursula, que sirve comida casera y un vinito que se cuela. Como no conducía, me mandé un par de vasos con un plato de conejo al ajillo y papas fritas. Tiene una cocina de calidad en un ambiente muy familiar. Todo lo que hacen es bueno, los calderos están relucientes y la matriarca lleva a la manada con mano de hierro. Fue una celebración familiar con tarta, regalos, y un rato feliz e intimo.

Aunque no lo sea oficialmente de todos, Zoraida siempre ha ejercido de madrina de mis seis hijos, y de hecho hasta yo la llamo así. De recién casado, fue junto con mi suegra Candelaria, pilar fundamental en la buena marcha de nuestro matrimonio. Ayudaron a la familia para que mi mujer pudiera acompañarme en los viajes de trabajo, y no fue fácil cuando los hijos llegaban uno detrás de otro y siempre había un recién nacido. Me cuidé mucho de preguntar ¿qué hay de nuevo?, pues sabía que ellas los cuidaban con mucho cariño, esmero y lo que hiciese falta. Sacar adelante a la prole fue mucho más llevadero con ellas. Excelentes progenitores los de mi mujer. A mi suegra nunca podré olvidarla, una verdadera madre para todos. Mi suegro fue un hombre bueno, con muchos conocimientos y anécdotas de su recorrido por el mundo como marino mercante. Ambos se nos fueron muy pronto, en menos de un año los perdimos a los dos.

Zoraida es una persona muy apreciada que recibe lo que da, se lo demuestran cada día sus compañeros de parranda, que en las exequias de su hermano Fulgencio, que hace ahora más de seis meses que se nos fue, estuvieron todos acompañándola en esos tristes momentos. Siempre ha estado rodeada de buena gente, además de sus alumnos y por supuesto la familia. No recuerdo el nombre de la parranda en la que participa, pero tocan y cantan bien, incluso mejor que algún grupo carnavalero que he visto por la tele. Este es mi pequeño homenaje para ella, a la que pido que se cuide, pues la vida es dura y pasa factura.

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