Sí, porque hay que tenerlos bien puestos para ver las imágenes que ha difundido el Ministerio del Interior relacionadas con el desmantelamiento, por la Policía Nacional, de la banda que traficaba con peleas de perros. De cualquier manera las imágenes en cuestión están al alcance de los osados en https://www.youtube.com/watch?v=lzaUxqrleLM, y deberían estar precedidas de la leyenda ''pueden herir su sensibilidad''; aunque, lamentablemente, al tener que pensar en nuestra propia subsistencia, la piel se nos ha endurecido y nos hemos insensibilizados ante los males ajenos, cuánto más si se trata de perros.

Las imágenes del vídeo no son sin embargo sangrientas. No reflejan las peleas propiamente dichas, ni público enardecido, ni rostros desencajados por lo que ocurre en el recinto preparado al efecto; después de todo, en otra escala, lo mismo ocurre en las peleas de gallos, las corridas de toros y en los combates de boxeo. Pero no siendo sangrientas lo que sí le revuelve a uno las entrañas es cómo se lo montaban ''los seleccionados'' como espectadores. Por lo leído y visto, siendo las peleas de perros el espectáculo principal, no le iba a la zaga todo lo que discurría a su alrededor: maltrato animal, tráfico de drogas, escándalo público, etc. -todo ello en el marco de una gran fiesta en lo que probablemente lo único que habrá faltado es un mariachi-, algo que por lo visto no importaba a los protagonistas del suceso. La operación policial ha dado pie a la detención de 34 personas (¿?) en Madrid, Alicante, Murcia y Tenerife. Que esto ocurra en las tres primeras ciudades nos mantiene hasta cierto punto indiferentes, pero cuando se trata de gente de nuestra tierra, gente a la que conocemos y con quien hablamos un día sí y otro también, el asombro nos deja boquiabiertos. "¿Quién? ¿Fulano? No puede ser... Precisamente ayer estuve con él y es un buen chico. No puedo creer que estuviese metido en esos berenjenales."

Pero sí. Aquel a quien nosotros considerábamos ''un buen chico'', amigo de sus amigos, dispuesto siempre a tomarse una caña y a participar en una parranda o una romería e incluso a querer portar las andas del santo en las procesiones, ha resultado ser un malnacido, un hijo de p... capaz de avergonzar a sus padres por participar en espectáculos de ese tipo. Quizá esos padres se preguntarán dónde ha fallado la educación que ellos tenían la obligación de enseñar a sus vástagos, si bien es preciso exculparlos del resultado de sus esfuerzos. Es el ambiente que nos rodea, la competitividad exacerbada, la envidia y muchas cosas más lo que cambia nuestro carácter, lo que transforma a un niño inmaculado en un adulto casi sin sentimientos, sobre todo cuando el objeto de sus fracasos y decepciones son animales inocentes, en este caso los perros, los únicos capaces de mostrar su alegría con el trato humano. La indiferencia de los gatos, pájaros, tortugas y otros miembros de la fauna es normal que no nos afecte puesto que no ofrecen ninguna muestra de afectividad hacia sus dueños. En cambio los perros, hasta los más fieros, no pueden ocultar su alegría al ver a personas de su entorno -incluso ante quienes no conocen-, menean el rabo, sonríen ''a su manera'' y esperan ansiosamente la caricia que les demuestra el cariño que su dueño les tiene. Que haya gente capaz de adiestrar a estos animales para convertirlos en depredadores, en auténticos lobos -no, peor que lobos, puesto que estos luchan por su supervivencia-, le rompe a uno el corazón. Desgraciadamente el delito se repetirá. Las leyes en este aspecto son muy benévolas.