Borja Casillas es agnóstico aunque está cursando estudios para ser profesor de religión. Que es lo mismo que un vegetariano estudiando para carnicero. No es que sea incompatible, pero es rarito. En todo caso, lo peor viene ahora. Porque la personalidad secreta de Borja Casillas es Drag Sethlas, un travesti que la ha liado con una actuación que le ha servido para ganar el título de "reinona" de la gala Drag Queen de los Carnavales de Las Palmas.

Casillas sabía perfectamente que la iba a liar. "Buscaba polémica y lo he conseguido" ha declarado el autor de la imitación de la crucifixión de Cristo, con intervención de la Virgen incluida. Con estos elementos de la iconografía católica no es extraño que a los obispos se le haya subido tanto la bilirrubina que hayan perdido el seso. Como el obispo de Las Palmas, llamado de Canarias, que comparó el show irreverente con el accidente de Spanair que costó 154 vidas. Una comparación sencillamente lamentable.

Ante el espectáculo de la drag y la reacción de los creyentes y obispos me pasa igual que con algunos obispos cuando hacen públicas sus opiniones sobre el "imperio gay" que corrompe a las personas y destroza las familias. En un caso y en el otro creo en la libertad de expresión como un valor superior a cualquier otro. Un creador tiene perfecto derecho a no poner límites a sus manifestaciones artísticas. Y cualquier persona tiene el derecho de hacer oír sus opiniones aunque uno considere que son tan estúpidas como gratuitas.

Uno de los peores males que padece nuestra sociedad es, precisamente, la pérdida del sentido del humor. Nos hemos vuelto iracundos, malhumorados y violentos casi por todo. Porque todo se ha vuelto enormemente trascendente. Pintar a una mujer desnuda en un póster de carnaval puede suponer "cosificar" a las mujeres, perpetuar la violencia machista y ser corresponsable de la desigualdad entre géneros. Todo eso por un maldito cartel. Utilizar la imagen de la cruz y el crucificado para una actuación puede ser interpretado como una ofensa contra la religión católica y sus creencias. ¿Pero en ambos casos -cartel y cruz- dónde está la ofensa? ¿En que la cruz es propiedad de la Iglesia y el cuerpo de una mujer de las feministas?

La ofensa consiste en que existen organizaciones que se consideran con el derecho exclusivo y excluyente del uso de los símbolos y de la verdad. Se han creado nuevas religiones laicas tan poderosas y radicales como sus antecesoras. Y entre fanáticos del fútbol, de la política, de la religión o de los géneros, nos vamos convirtiendo en una sociedad de tribus del pensamiento donde quien no participe de una corriente determinada es un alienado.

La transgresión ha sido el terreno fértil donde han crecido las mejores obras del ser humano. Prefiero una sociedad libre a una sociedad fanática. Porque la libertad es una flor con espinas, pero el fanatismo español tiene las púas en las alambradas.