Son dos conceptos imbricados y que a veces, quizás muchas, se manifiestan discordantes. La ley es, en el régimen constitucional, una disposición elaborada y votada por las Cortes y sancionada por el Jefe del Estado con la que se manda o prohibe algo en consonancia (relación de igualdad o conformidad que tienen entre sí) con la justicia y para el bien de los gobernados.

En esta eclosión de actos judiciales que estamos padeciendo por la indecencia, puesta de manifiesto, de algunos cargos políticos y empresariales, vemos o apreciamos que el legislativo, con tanta profusión de leyes, no hace eficientemente el trabajo a que se debe. O, al menos, así lo parece por cuanto que de la aplicación de las leyes, por parte de la Justicia, se obtienen sentencias divergentes según que casos. Y vienen a manifestarse certeros los dichos populares de "hecha la ley, hecha la trampa" o "dame la ley, que yo hago los reglamentos".

Recientemente se ha producido el juicio oral en que se han visto sentados en el banquillo el señor Urdangarin y su esposa. La sentencia condena a ocho años de cárcel al señor Urdangarin y absuelve (aunque con una pequeña multa) a su esposa de todo lo actuado por las empresas en que eran copartícipes y en las que ella tenía firma de autoridad ejecutiva. A uno, lego en la materia, le cuesta creer que haya surtido efecto a tal fin lo ignorante y olvidadiza que se mostró en sus comparecencias ante el juez instructor. Una empleada de "la Caixa" durante muchos años, como ella lo era, ¡no conocía lo que es una cuenta corriente! No tenía pajolera idea de qué hacia su esposo con los papeles que ella firmaba. No sabía de donde sacaba para tanto como destacaba.

Sin duda le cabía el derecho a la defensa. Y parece que el equipo de abogados a tal fin ha hecho muy bien su trabajo; el señor Roca se manifestaba pletórico. También el fiscal que, durante la instrucción, devino en defensor porque lo que ella había actuado "lo fue por amor". Sucede que no todo justiciable cuenta con las mismas posibilidades de ser defendido. No es lo mismo depender de un despacho de alto porte, con recursos casi ilimitados, que de un abogado de oficio que cobra su servicio tarde, mal o nunca.

Los jueces aplican las leyes que produce el poder legislativo. Parece, a tenor de algunos resultados, que las leyes tienen escapatorias para según quien sepa encontrarlas. Otra cosa se ha puesto en evidencia por parte de esta señora, o por la estrategia de su defensa: siendo de tan alta alcurnia y formación, ha venido a mostrarse tonta, dejando en pésimo lugar a las mujeres que tanto han luchado y luchan por igualar sus derechos (y deberes) con los hombres.