Drag Queen. Confieso que si no es por la polémica ni me entero. No sigo los espectáculos del Carnaval chicharrero ni mucho menos los de Las Palmas, dicho sin animadversión alguna, solo mero desinterés. Además no soy público objetivo de la gala Drag como tampoco lo son el señor obispo ni las beatas de misa diaria que también se enteraron de rebote. Resulta comprensible el éxito entre el respetable canarión por la calidad del show, el porte y la flexibilidad de los protagonistas, mas no entiendo el revuelo. La irreverencia es la naturaleza misma del Carnaval, por tanto, objetivo conseguido en grado superlativo. Que se hable de delito... En fin, España es así, dos extremos que se tocan, aconfesional desde el 78, aprobado en referéndum, solo para lo que interesa. El mal gusto, como todo en este país, pasa a ser asunto de jueces y fiscales hasta que se pronuncie el Tribunal Supremo el día del juicio final.

Guagua fanática. Ya está bien. No está legitimada la Iglesia Católica ni sus ministros ni sus acólitos para condenar este episodio aislado de chabacana representación carnavalera que fue solo solo eso, música, baile y símbolos sacados de contexto, nada más, sin atacar la esencia de la fe ni de sus misterios. Será porque les cuesta mostrar algo de respeto al arte transgresor de un chico que se viste de reinona, rechazo al tanga y las plataformas. Absurdo. Incompresible también que les cueste tanto aceptar las múltiples realidades de la diversidad humana: la homosexualidad o nacer mujer en cuerpo de hombre o viceversa. Suficiente tienen esas personas con el obtuso rechazo social como para que se intente adoctrinar para negar la evidencia. No es mucho pedir algo de indiferencia, más comprensión cristiana y menos fanatismo.

Opine. El verdadero poder del consumidor. Si nos tratan bien o nos tratan mal. Premio y castigo, para que se persevere en lo que gusta o como toque de atención para corregir errores. Sin ofender ni exagerar, con ánimo constructivo. Que las opiniones sean de dominio público y que el sometido a examen pueda responder en las mismas condiciones. No importa que haya quien castigue sin razón o quien se prodigue en alabanzas injustificadas porque el conjunto de opiniones nos permitirá siempre hacernos la idea. El concepto Tryp Advisor, habitual para hoteles y restaurantes, extrapolable a cualquier otro servicio. Me encanta la última iniciativa, Canary Doctor, que permite comentar nuestra experiencia como pacientes en la medicina privada; "uf, habrá médicos que no quieran estar", me espetó un amigo, y tiene razón, los que no estén que expliquen por qué.

Decida. Se imagina, una web para poder hacer lo propio con nuestros políticos, un ranking de cargos públicos o simples aspirantes, concejales, alcaldes, consejeros o candidatos a primarias. No sé yo, no creo que opinar sobre los políticos tenga el menor interés cuando cada cuatro años se les puede mandar a casa con nuestro voto.

Arriesgue. La prestación de servicios públicos es más o menos igual de aburrida gobierne la izquierda o la derecha: nivel básico de la política. El salto de calidad en el bienestar de las personas que viven en un determinado territorio requiere actuaciones singulares, no sólo con dinero público, sino también, y sobre todo, al permitir y/o favorecer que el dinero privado se aplique en proyectos que generen empleo, riqueza y todas esas cosas. Por tanto, avanzar exige ideas propias o aceptar iniciativas de terceros, apostar con visión de largo plazo, viajar, copiar lo que funciona en otros lugares y asumir riesgos. El progreso tampoco parece ser cuestión de ideología ni de participación ciudadana.

www.pablozurita.es