Cada día llegan a consulta parejas con diversos problemas: unas aluden problemas de comunicación, otras un malestar que no identifican, y otras sienten que lo que tenían se perdió en algún momento y no han podido recuperarlo. Tras varias sesiones conociendo más profundamente el problema que plantean, y cómo es el sistema en el que se desenvuelve la pareja, se observa que aún hoy en día, el hablar de sus relaciones íntimas y la calidad o frecuencia de ellas es un tema al que no se le da la importancia que debiera. Pueden venir parejas donde hacerlo una vez al mes es su tónica, otras no recuerdan cuándo fue, y otras donde uno pide y al otro no le apetece, y eso es una constante. Lo cierto es que llevan tanto tiempo así que han normalizado una situación no menos que anormal, insatisfactoria y desgastante.

Las bases principales de una pareja, según la teoría triangular del amor de Sternberg, la forman la intimidad, la pasión y el compromiso. La intimidad es el grado en que una pareja se conoce, la confianza que hay entre ellos y la preocupación del bienestar del otro. El compromiso es la voluntad de mantener el vínculo y el sentimiento de responsabilidad al respecto, superar adversidades y perpetuar el afecto, superando las circunstancias temporales. Y la pasión, siendo éste el deseo sexual o romántico, con una fuerte tendencia a buscar la unión física y/o emocional con el otro.

Todas las parejas que llegan a terapia luchan por ese compromiso, quieren seguir juntos y buscan cómo conseguir solucionarlo. Ellos no saben o no han podido. En la mayoría de los casos la intimidad está algo tocada, ese fue el inicio y ellos no lo han contemplado. Alguna desconfianza ha nacido en algún momento y no se ha superado. No hablo de infidelidades, hablo de pequeñas decepciones en formas de actuar, pudiendo ser, por ejemplo, en cómo educa el otro a los hijos, cómo gestiona el dinero, cuentas separadas, egoísmos inexplicables y un sinfín de hechos que mal gestionados, o no solucionados, hacen que vayamos directos a la falta de ganas de la relación sexual. El círculo vicioso comienza así. Y uno lleva al otro, comienza la danza del desapego por falta de aceptar o comprender al otro, de empatizar y ser generosos en nuestra convivencia. Dejamos de buscar el bienestar de la pareja por buscar el nuestro, de alguna manera nos sentimos heridos y nos distanciamos. Al final quedan dos personas encerradas en sí mismas que buscan seguir juntas, sin darse cuenta de lo más importante. Las relaciones sexuales fortifican el vínculo. Un buen sexo con tu pareja, un conocimiento de lo que le gusta, de lo que te gusta; una buena calidad de relaciones, aunque se disponga de poco tiempo; una frecuencia acorde a los dos, un equilibrio es imprescindible para que cuando surja el momento de la disputa la tensión sea menor, el afecto brote y las cosas puedan hablarse de otra manera.

Es cierto que todos tenemos problemas y la convivencia los destapa todos. Siempre hay otras formas de actuar, cada uno viene de un sistema diferente, de una educación y una familia particular y ajustar todo ello es complicado. Siempre habrá una decepción, nadie es perfecto, ni tú. La humildad es básica y aprender a aportar cada uno lo suyo es primordial en la construcción de la pareja. Por ello, cuando la decepción ocurra, habladlo, comentarlo sin reprochar, sin descalificar o calificar al otro en formas que no te gustaría que te dijesen a ti. Permitid, querer y aprender juntos... y después a la cama, a sellar con buen sexo.

El sexo crea vínculo, confianza, entrega, conocimiento; bases indispensables para que el resto de las cosas funcionen. La falta de sexo crea distancia, aislamiento, autosatisfacción, desciende la autoestima al no sentirte deseado; lo que hace que comiencen una serie de mecanismos tóxicos que invadirán tu día a día y que pueden acabar de diversas formas, y todas ellas, no son nada buenas.

Cuando a las parejas les pregunto sobre las relaciones sexuales, al principio evaden la pregunta con un "todo bien", "perfecto" ... y yo sonrío por dentro y me digo... ¡Aquí está! Toca trabajar, hay que dar herramientas para despertar la sexualidad. Está dormida, apagada tras muchas discusiones o desencuentros. El problema es que sincerarse los dos juntos, delante de un extraño, cuesta. No se quiere herir al otro, por eso se buscará la sesión individual y se encontrará el sistema de cómo llegar a ello. En la conjunta se darán trucos y pautas comunes, de frecuencias, cambios, formas... Es como el que lleva sin ir al gimnasio mucho tiempo, al principio cuesta mucho, luego sale solo y con lo bien que uno se queda... más ganas dan. ¿Te apuntas al gimnasio?

*Psicóloga y Terapeuta

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