Debidamente entrenado, el hombre puede llegar a ser el mejor amigo del perro. Corey Ford

Los perros nos pueden hacer mejores personas. Dicho así queda extraño, lo sé. Especialmente cuando vemos cómo estos animales son objeto de maltrato continuo y de abusos que poco tienen que ver con lo humano.

Mi afirmación viene a colación de una investigación llevada a cabo en una universidad americana en la que se dio la oportunidad a dos grupos de realizar determinadas tareas, acompañados o no de perros.

La primera de las tareas era de creatividad para un proyecto ficticio que requería cooperación. En la segunda, los grupos participaron en una versión modificada del dilema del prisionero, en la que los miembros decidían si ayudar o preocuparse de ellos mismos. Ambas intervenciones fueron grabadas con consentimiento de los participantes.

Tras terminar, se les preguntaba por su satisfacción con el grupo y en qué grado confiaban entre ellos. Además, varios observadores independientes analizaban las grabaciones para valorar la cooperación, señales verbales y físicas de unión en el grupo y expresiones de intimidad que indicasen confianza.

Los resultados fueron contundentes. Los grupos acompañados de perros mostraron más signos de confianza que los que no tuvieron la compañía canina. Los resultados sugieren que la presencia del animal incrementaba la generosidad y los comportamientos cooperativos. Como comenta el investigador principal, Steve Colarelli, "los perros parecen ser beneficiosos en las interacciones sociales en grupos".

Estos resultados corroboran lo que ya hace tiempo venimos leyendo y viendo en diferentes noticias: el papel facilitador de los perros -y de otros animales- en la promoción del bienestar mental. Desde los trabajos con autismo hasta los realizados con personas con alzhéimer, incluir un animal como parte del tratamiento está resultando algo más que prometedor.

En el estudio anterior, se comprobó cómo la presencia de los perros durante las tareas propuestas incrementaba sustancialmente las emociones positivas, como el entusiasmo, la energía o la atención. Algo que también se comprueba en personas con dificultades de salud, tanto físicas como psicológicas.

Este trabajo añade más información a un cuerpo de investigación que sugiere cómo los animales (en este caso perros) impactan en las interacciones sociales y el bienestar mental. Ya anteriores estudios han mostrado que las personas acompañadas por perros tienden a ayudar más y que la presencia de estos animales en los lugares de trabajo puede reducir el estrés.

La influencia positiva de los animales en nosotros va más allá de cómo podamos pensar que nos ayudan. Sin duda, la forma en que tratamos a los nuestros es un indicador de lo que podemos llegar a hacer con las personas.

Por esto un perro es, además de lo comentado anteriormente, una excelente escuela de respeto, responsabilidad y tolerancia, que puede ayudar a nuestros pequeños a ser empáticos y compasivos.

Por supuesto que no a todo el mundo le gustan los perros -algunas personas son alérgicas a su pelo-, pero su papel en nuestra sociedad y en la mejora de nuestras relaciones y nuestro bienestar mental parece ser cada vez más relevante.

@LeocadioMartin