Más que en otros países, el sueño del español ha sido tener una vivienda de su propiedad. Y si puede tener dos para irse de vacaciones, mejor. En la cultura europea, sin embargo, predomina la idea del alquiler, mucho más elástica que la fatídica hipoteca que nos condiciona durante treinta o cuarenta años. Se prefiere ejercitar el "carpe diem" latino, y Dios proveerá. Las dos opciones son en mi opinión buenas, según las circunstancias. A la persona que desea tranquilidad y adquiere una vivienda en una zona que posee esa característica, ¿quién le puede asegurar que transcurridos unos años el lugar no se convertirá en conflictivo? ¿Y qué decir de quien tiene que soportar el escándalo de los bares, el intenso tráfico o el griterío ciudadano? Y no vale decir que si no te gusta la vendes, pues tampoco son estúpidos los posibles compradores: en cuanto ven el ambiente que rodea la vivienda en cuestión toman otros derroteros. Barajando la otra opción, el alquiler, no hay duda de que supone un gasto mensual que no revierte en el inquilino, por cuyo motivo se ha puesto de moda el alquiler con posibilidad de compra en el futuro, lo que como opción intermedia considero ventajosa.

Pero la situación que vive actualmente la sociedad española -desconozco la de otros países- con el movimiento "okupa" es capaz de quitarle a cualquiera las ganas de comprar una vivienda. Es raro el día que los periódicos no nos relaten episodios relacionados con el citado movimiento que nos ponen los pelos de punta. Se va uno de vacaciones -ni siquiera de vacaciones, sino a pasar un fin de semana en El Médano- y al regresar se encuentra a un par de "okupas" en su casa. La reacción que todos tendríamos sería la de intentar expulsar de nuestro domicilio a los intrusos, pero que Dios le libre de actuar de esa manera: para eso está la Justicia, ya que el culpable de las consecuencias sería usted, sí, usted, por no haber dejado la casa bien cerrada; incluso candada, como dicen nuestros queridos "magos". El procedimiento a seguir pasa por llamar a la policía nacional para denunciar lo sucedido, si bien esta tiene muy poco que hacer si no encuentra a los actores en "pleno proceso", es decir, en el momento de la usurpación. En caso contrario, si los "okupas" han llevado a cabo su propósito y se encuentran dentro de su hogar, el único camino que le queda es denunciar lo sucedido en la comisaría de policía más cercana... e irse a un hotel hasta demostrar que el domicilio violentado es suyo. Resulta absurdo, ¿verdad?, pero eso es lo que establece nuestra legislación. Como dijo en su momento un conocido jurista, las leyes españolas contra la "okupación" estimulan el delito. El "okupa", sabiendo que su delito tardará meses en dirimirse en los juzgados, persiste en su actitud -algunos policías, conociendo cómo es el "paño", aconsejan a los propietarios aprovechar la salida esporádica de los "okupas" para cambiar la cerradura y dejarlos en la calle; ¡qué absurdo!-, hará lo posible para que su caso sea difundido en los medios sociales, que sean conocidas sus carencias, etc. Mientras tanto, al legítimo propietario de la vivienda, que lo j...

No sé por qué motivo el congreso de los diputados no aborda de una vez este flagrante asunto. No digo que las leyes que en él se dirimen carezcan de importancia, pero creo que algunas no lo son tanto, pues no están relacionadas con nuestro bienestar. Una que establezca la posibilidad de que los agentes de la autoridad actúen de forma inmediata -contando, por supuesto, con la autorización del juzgado de guardia- sería muy bien acogida por la ciudadanía.