Quiero una Canarias que sea una isla grande, donde no haya capillitas y trapicheos. Una Canarias que la tengamos en el pensamiento como si fuera la protagonista de nuestra historia. Una Canarias ordenada como un territorio que no se puede estirar como un chicle y que tenemos que preservar de depredadores y de normas confusas.

La Canarias que yo quiero debe ser un modelo de convivencia donde los traperismos y los contubernios se alejen, queden como recuerdo de malas políticas y de apuñalamientos por la espalda. Una Canarias donde en su lugares, el campo, las playas, nuestros pueblos, se retorne a una convivencia que hemos roto entre todos por la conveniencia estúpida de una comunicación que nos incomunica, que nos desnaturaliza.

La Canarias que yo quiero debe ser soberana en sus decisiones, fuerte para decirles a los poderosos que están más allá de nuestro límites, que existimos. Una Canarias que se haga respetar ante aquellos que aún nos siguen considerando como moneda de trueque o como una factoría de pescado anclada en el Atlántico.

La Canarias que quiero es aquella que por su dinamismo rompa cercos, atavismos de viejos cuentos que han inventado nuestra historia y hasta una geografía desdibujada. Una Canarias que encuentre su sitio en el mapa de la política, que sea referente con la disponibilidad a ayudar e integrarnos en aquellos pueblos que, como nosotros, sufren un colonizaje soterrado y perfectamente emboscado.

Quiero una Canarias que participe de un solo sentimiento y de una misma política que nos induzca a pensar por nosotros mismos, que emborrone los libros de viejos cuentos chinos y que nos situé en la puerta de una andadura que dé esperanzas y pujanza a los que se asoman a la vida para que tengan un futuro más prometedor.

La Canarias que quiero es aquella que desde Tiñor hasta La Graciosa, pasando por la Fortaleza chipuana, la exuberancia de los Cancajos, la montaña de Tindaya, el Teide, la caldera de Bandama, hasta los riscos de Famara, la abracemos en su conjunto para construir esa realidad que soñamos: una Canarias unida como una nación con su verdadero significado, que se ponga en la puerta de salida de un territorio que hoy nos presentan camuflado como si fuera un regalo forrado con papel de celofán falsificado.

Quiero una Canarias con un solo discurso, con una sola meta, con una única visión de un territorio, ese gran olvidado que pretende crecer, afianzarse. Si fuera así , si el deseo se cumpliera, pudiera uno sentirse satisfecho sin vivir en el atropello de una idea nacionalista que quieren, los de allá, camuflar y poner en el último extremo de una línea que más que recta es sinuosa y envolvente.