Aunque unas pocas se empeñen, ya no hay que acostarse con un jefe para ascender. Y decirlo no me hace machista. Cuento chistes de negros y no soy racista, de judíos y no soy antisemita, y hasta de diabéticos, enfermedad que padezco desde hace 30 años. Me río de mí y del mundo, sin juzgar. Estos días quiero defender unos valores que nada tienen que ver con el sexo que uno tenga, sino con la forma de entender la vida. La mayor virtud de las personas está en su cabeza y no en su entrepierna. Pero esto no ha ocurrido de la noche a la mañana. Puñados de personas acogotadas por el machismo más feroz, han dedicado sus vidas a luchar en su contra, pero hoy resulta que algunas mujeres, locas por cinco minutos de gloria, presumen que el catre es la mejor vía para ascender.

Que cada uno pase sus noches de alcoba con quien estime oportuno, como hago yo. Y hasta que sus cornudas parejas las defiendan públicamente. Me importa un pimiento, no es mi guerra. Se dediquen a la gastronomía o a escribir artículos de este porte. Ahora bien, de ahí a predicar que estos son los valores en los que una niña se debe enrolar hoy, va un mundo. Ese hilo conductor más que equivocado me parece vomitivo. No tengo hijas, pero para mi sobrina de 10 años no quiero estos esquemas. Prefiero la humildad con ambición, pero no a cualquier precio. No podemos dejar la igualdad y el feminismo en manos de cuatro advenedizas; primero, porque esa lucha nos pertenece a todos, y segundo y más importante, porque ellas no son feministas ni lo serán en su puñetera vida: son las peores machistas.

@JC_Alberto