Por algunos libros que se publican sobre el Sáhara nada parece haber cambiado y hallarnos todavía en 1975. Basta leer títulos y diagnósticos: rendición, huida, honor, traición, cobardía... Son todos conceptos con los que se podría poner letra a un himno militar. El primero y más numeroso grupo de tratadistas sobre el Sáhara fueron los militares, que resultaron serlo del ejército colonial de una dictadura. A ellos se sumarían periodistas, algún profesor o jurista, novelistas y muchos solidarios. Entre todos ellos han creado el metarrelato del Sáhara, que como un mito trata de una narración ejemplar que explica cómo ocurrieron las cosas de una vez para siempre. El último libro se titula la "Historia prohibida del Sáhara". Llamar prohibida a la jaleada, hegemónica e invasiva versión canónica denota excederse en ganas. El mito aparece ya como gran tragedia que honrar y perpetuar. El eterno retorno del metarrelato y la ucronía.

Entretanto, el mundo ha dejado radicalmente de ser como fue. Desaparecieron la guerra fría y los bloques, desaparecieron el movimiento de países no alineados y el panarabismo; la descolonización surgida tras la II Guerra Mundial es historia, los movimientos de liberación nacional se extinguieron. La única lucha armada en el Sahel y África corre a cargo del terrorismo islamista. El modelo del Estado progresista ha sido sustituido por el de Estado fallido. En el mundo actual apenas subsiste, fuera del tiempo, el Polisario y los solidarios españoles que jalean la independencia.

El cambio de paradigma salta desde el momento en que la comunidad internacional, manteniendo formalmente el derecho de autodeterminación, ha impuesto una salida material al conflicto: solución justa, duradera y mutuamente aceptada por las partes, RASD y Marruecos. Dos titulares de derechos. Los amigos del Sáhara tras el apoyo del frente de los militares, solidarios y periodistas cuentan con un nuevo aliado: el frente académico. Véase el libro coral "Sáhara, 40 años después" (hay más). Estos no ignoran lo de la solución justa, duradera y mutuamente aceptada, pero la enfrentan en claves posmodernas.

Se habla de visibilizar el conflicto -en mi época hubiera sido concienciar-, por tanto de una deriva estética y moral: conmover en lugar de persuadir racionalmente. Definen el Sáhara como nación imaginada (Anderson), hablan de transterritorialidad, de incardinar la lucha de los saharauis en las luchas identitarias junto a gays, feministas... y de confrontación (Laclau/Mouffe). En lugar de la autodeterminación (derecho concreto y sustantivo), apelan a principios de justicia y "los derechos". La pureza posmoderna también ha llegado al Magreb.