Se percibe una operación de acoso y derribo sobre los empresarios para obligarles a firmar una negociación colectiva vinculada a la subida del IPC y no a la productividad que merece una economía que pide a gritos la modernización de su entorno y sus propias prácticas.

Ser productivo es la medida entre los bienes o servicios que producimos por cada trabajador contratado o incluso por cada hora trabajada.

A esto tenemos que añadir que un trabajador es más productivo si dispone de las herramientas adecuadas que aquel que usa solamente sus manos, o el que tiene mayor cualificación que el que no la tiene, o aquella persona que utiliza medios innovadores frente al que solo utiliza métodos obsoletos. Por lo que se hace necesario ser productivos en todos los factores que intervienen a la hora de terminar un producto o servicio, sobre todo si lo analizamos a largo plazo.

Si mejoramos la productividad aumentamos la renta per cápita, la competitividad de las empresas y los salarios sin inflación. Como consecuencia, podemos incrementar el empleo.

Si la empresa mejora, también mejora su capacidad para pagar mejores salarios. Esto, a su vez, provee al Estado de impuestos y cotizaciones que permitirán pagar sanidad, educación, ayudas sociales, funcionarios e infraestructuras, entre otras necesidades de la sociedad.

La economía no puede sostener empresas que necesitan exclusivamente de un soporte de financiación externa de la banca o de sus acreedores o subvenciones para sobrevivir.

Su verdadera razón de ser debe sustentarse en su competitividad y en la capacidad de conseguir una remuneración atractiva a la inversión de capital que garantice su supervivencia a largo plazo.

pedro.alfonsomartin@hotmail.com