La historia se mueve por las mismas constantes que impulsan las veleidades y deseos del poder. No hay nada nuevo bajo el sol. Pretender ser originales en una época como esta donde la rutina y la copia es lo que manda es tiempo perdido y, cuando no, se bordea el ridículo dando rienda suelta a significantes en metáforas caducas.

Quizás haya sido Platón en su Apología de Sócrates el que significó la primera trama de relevancia histórica cuando se le condena porque corrompe a la juventud, no cree en los dioses del Estado y pone en su lugar otras divinidades bajo el nombre de demonios.

O la trama urdida en contra de Julio César por Casio y Brutus porque este quería convertir la República de Roma en una monarquía imperecedera.

Y ahora, como si se alumbrara una nueva luz en el firmamento de la política, aparece "la trama" de mano de los "ideólogos" podemistas, que han dejado atrás aquello de la "casta", tal vez porque se ven identificados con ella, y corren hacia otro artilugio para irrumpir en debates y juicios políticos en un alarde de originalidad más bien fallida.

Parece que hay preocupación por elaborar determinadas metáforas, pero como estas se confunden con los actores políticos, que son ellos también, hay que zafarse de la rutina, hay que impactar al contrario con latinajos y pretendidas originalidades gastadas por el uso y perdidas en el recuerdo de las refriegas políticas. Y así, de esa manera, encandilar y hacer ver que dominan la escena como nadie.

Y puede que encandilen y asombren, cuando es la ignorancia la que se instala con frecuencia en el escenario de la política, y la ausencia de preparación intelectual haga que cuestiones baladíes se pongan como parapeto del disimulo y de nuevas trampas.

Porque la trampa del lenguaje es la que más impacta y puede dejar a más de uno con la boca sellada, pero si se considera a la política en su más alta estimación como teoría de la acción, que es adelantarse a los acontecimientos para la toma de decisiones oportunas, esto de la trama no significa nada. Se queda como una gota de agua en un mar que bate ante la perplejidad de muchos que se dejan embobar por grandilocuencias tan antiguas como la vida misma.

Pero sí decir que eso es lo que hay, y cuando hablamos de números y de estadísticas, que son importantes para los gobiernos, hay que hablar también de la calidad de los discursos que los arrastren consigo hacia el bienestar de los pueblos.

Los conceptos políticos de salón no dejan de tener su interés en las charlas sin enjundia, pero para la política de altura el lenguaje debe ser otro, y metáforas las justas.