En la sociedad estamental el corporativismo más restrictivo permitía núcleos de iniciados en un oficio que tras mucho aprendizaje dominaban con excelencia, (entonces) un arte (artesanía), y mantenían el estatus vitalicio de gremio. El Antiguo Régimen desapareció y el gremialismo languideció hasta que se impuso la libertad de mercado, que acabó con grupos cerrados, hereditarios, familiares y de recios varones. De oficiales y maestros conchabados.

Lo que debiera producir auténtico estupor es que estos residuos tardomedievales pervivan en una sociedad democrática, donde nadie posee derechos estamentales heredados, blindados a la libre concurrencia e igualdad con otros ciudadanos/as. Resulta hiriente aun para la más estupefaciente sensibilidad social y libertaria. Las economías cerradas totalitarias, como la franquista, crearon oasis de sangrantes privilegios entre trabajadores, según su propio esquema de monopolio y exclusión: las grandes empresas (básicamente del Estado). En absoluto eran los postergados de la sociedad ni los parias de la tierra, sino una aristocracia obrera cerrada en privilegios de casta. Sus progenitores: el Antiguo Régimen y el franquismo en su pura esencia. Esta casta obrera consiguió presentarse como abanderada de luchas y símbolos. Luchas muy puntuales y escasas pese a una leyenda apologética y jamás de vanguardia durante la Dictadura. Sindicatos y lucha económica siempre han resultado para la izquierda el sector más rezagado y limitado, centrado solo en sus mejoras particulares, similares al mito de Sísifo.

Esas empresas estatales con el tiempo absolutamente improductivas, subvencionadas por el resto, permitían luchas fáciles, al partir de que los recursos del Estado eran ilimitados y de nadie. Precipitaron la cultura del despilfarro y privilegio, o de protección y monopolio de empresas y castas. El nivel teórico, analítico y cultural del conjunto del mundo sindical siempre ha sido muy humilde, a ras de pancarta y megáfono. Aun así han traspasado sus valores conservadores a la sociedad y legitimado los chollos, que hace que se acepte con naturalidad las multas millonarias que solidariza el búnker de la estiba.

Lenin, al poco de la Revolución de Octubre, disolvió los soviets para asignar el papel revolucionario al partido comunista. Trotsky quería terminar con los sindicatos. Kautsky y la socialdemocracia alemana los relegaron a "masas", sin función transformadora alguna como históricamente han demostrado.

¿Se imaginan que no estuviera Europa detrás para velar por la libertad e igualdad? La socialdemocracia española, camino al precipicio, se contagia del insurreccionalismo separatista catalán y tampoco cumple sentencias. Fue una imagen sepia ver en la Cámara al falso soviet de la estiba aclamando políticos: ¡la izquierda retrógrada!