Los hay felices que son la envidia de todos, pero la norma es otra. La mayoría de las parejas ya no confía el uno en el otro. Al menos, no como antes. No se cuentan ni los deseos más íntimos ni las inquietudes más delirantes. Han dejado de ser cómplices. Hubo un tiempo en el que yo fui algo así, pero llegó alguien que me puso la vida patas arriba para ordenarla al contrario. Desde entonces mi concepto de tándem es otro, y hasta cuando estoy solo, casi siempre soy feliz. Hoy vivimos un tiempo en el que la costumbre es transitar la vida sin mucha gloria y con un buen compañero de viaje, y poco más. Pero incluso no teniendo lo que queremos, son pocos los que se atreven a cambiar su situación. Aquí, nuestro círculo de confort prima, desgraciadamente, sobre nuestra realización personal.

Ella me enseñó que somos alma, corazón y vida, y que no es mejor pareja la que más cerca está, sino la que más se desvive en el desarrollo personal del otro. Si bien es hasta difícil de entender, hoy los llamo a recuperar la magia perdida y a creer, por qué no, en una relación excepcional más allá de los cánones establecidos. El milagro se reduce a lograr ser el yo más íntimo y compartirlo, sin miedo, con quien queremos. Y no es un imposible aunque sí cuestión de suerte. Y aun cuando la relación de marras no pudo ser, ella siempre vuelve, y es, sencillamente, porque nunca se fue. Más que mi pareja, siempre fue mi cómplice.

@JC_Alberto